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Morir en la miseria
07/12/2009
Araceli Damián
Morir en la miseria es el título de un libro recientemente publicado (Miguel Badillo, coord., editorial Océano, 2009), que recoge catorce reportajes de algunos de los municipios más pobres del país. Morir en la miseria muestra que la supuesta mano "libre" del mercado nunca llega a las comunidades con pobreza extrema ancestral y que, cuando lo hace, es para socavar los pocos recursos que tienen sus pobladores, ya sea mediante la sobreexplotación de su fuerza de trabajo o de su medio ambiente, y la venta de alimentos chatarra y bebidas embriagantes, recrudeciéndose así sus carencias.

Morir en la miseria Araceli Damián*

Morir en la miseria es el título de un libro recientemente publicado (Miguel Badillo, coord., editorial Océano, 2009), que recoge catorce reportajes de algunos de los municipios más pobres del país. El trabajo es un invaluable testimonio del infortunado destino de quienes tienen la desgracia de nacer y morir en la pobreza ultraextrema en México, país que se jacta de ser la decimocuarta economía mundial; pero que, dada la mezquindad y el racismo de sus élites, no ha logrado crear las bases para que todos sus habitantes tengan una vida medianamente digna. Menos aún, cuando éstos son indígenas.

Morir en la miseria es una confirmación cruda de lo que apenas podemos imaginar. Los relatos muestran que México es más pobre de lo que las élites suelen reconocer; como se señala, "el trabajo es sólo una pequeña muestra de la miseria en México. Muchas otras comunidades tan miserables como las que se relatan, no son siquiera contabilizadas por los censos oficiales."

El trabajo viene a reiterar de manera cruda la evidencia de que el modelo neoliberal no ha sido capaz de ofrecer condiciones para que esta población pueda salir de su indigna existencia. Morir en la miseria muestra que la supuesta mano "libre" del mercado nunca llega a las comunidades con pobreza extrema ancestral y que, cuando lo hace, es para socavar los pocos recursos que tienen sus pobladores, ya sea mediante la sobreexplotación de su fuerza de trabajo o de su medio ambiente, y la venta de alimentos chatarra y bebidas embriagantes, recrudeciéndose así sus carencias.

Morir en la miseria confirma que para solucionar el enorme rezago de estas comunidades se requiere un Estado rector fuerte, comprometido con el bienestar de todos y no sólo con el de sus élites. El desdén del gobierno mexicano hacia los pobladores de esas comunidades hacen que padezcan un hambre endémica que (como diría Amartya Sen para el África Subsahariana) trabaja silenciosamente, en forma permanente, incrementando las tasas de mortalidad, pero sin que sea esta situación reconocida oficialmente como una hambruna. La desnutrición persistente emponzoña la existencia de esos mexicanos que, aunque probablemente no mueran por ello, no nunca podrán tener una vida digna y feliz.

En el libro se muestra el abandono oficial que provoca muertes evitables. Sin caminos ni centros de salud, la gente se queda a morir en sus pueblos, como testifica uno de los entrevistados: "Estos enfermos ya no salen. Porque además saben que se van a marear en el camino, no van aguantar y se van a morir. Harán gastar a sus familiares para nada y harán que gasten más por el traslado del cuerpo".

Como en muchos lugares de México, la falta de empleo hace migrar a los pobladores jóvenes sin importarles dejar en el olvido a la descendencia o los padres. Una constante es la existencia de pueblos habitados por ancianos, niños y enfermos.

Pequeños jefes de hogar de 12 años, niños sin niñez y sin adolescencia, madres sin derecho a la salud que tratan de resistir enfermedades terminales para no dejar huérfanos a sus hijos, padres sin la perspectiva de que sus pequeños enfermos se restablezcan; ancianos que viven la suerte misma de los perros callejeros, durmiendo en la calle y sobreviviendo de lo poco que los vecinos pueden ofrecerle.

Marginados por su lengua, sin dinero, sin servicios, sin esperanza. Niños que asisten a la escuela, infestados de parásitos y sin haber desayunado, en instalaciones deplorables, expuestos a las inclemencias de climas agrestes y alimañas, que para ir a la escuela ponen en riesgo la vida misma sin que la enseñanza aporte algo que para ellos valga la pena.

En el reportaje sobre Chalchihuitán, Chiapas, se muestra que sus pobladoras viven una séptuple discriminación: ser mujer, extremadamente pobre, indígena, monolingüe, no recibir el programa Oportunidades; no pertenecer ni al PRI ni al PAN, pero ser de un pueblo insurgente zapatista. En esa comunidad un hospital (carente de medicamentes y personal de salud) y la pavimentación de un camino (realizada para facilitar el acceso del Ejército), se pagó con sangre y vidas de sus pobladores que, al superar el misticismo religioso que los obligaba a aceptar como castigo divino su mala fortuna, se revelaron contra el mal gobierno que causa su extrema pobreza.

El maquillaje de las cifras oficiales asoma inevitablemente en el doble recorrido que los valientes periodistas de Contralínea (Zósimo Camacho, Nydia Egremy, Nancy Flores, Paulina Monroy, Ana Lilia Pérez, Erika Ramírez y Yenise Tinoco) hicieron al visitar las comunidades primero en 2003 y luego en 2007. Un tramo de camino pavimentado y la construcción de ollas de agua que no almacenan ni gotas de sudor (como se testifica), bastaron para que una comunidad pasara de la extrema a la moderada marginación.

Morir en la miseria es un excelente trabajo que da testimonio de las promesas incumplidas por los gobiernos emanados de la revolución, por los tecnócratas priistas que se adueñaron de las instituciones de gobierno, por gobiernos panistas que están al servicio de los empresarios e iglesia y por políticos de seudoizquierda cuyo único objetivo es hacerse de recursos para beneficio propio.

El trabajo invita a construir espacios alternativos de denuncia que nos permitan superar el conformismo que nos enseña a aceptar la realidad en silencio aun cuando ésta puede ser devastadora. Invito a la lectura de este documento testimonial de la injusticia que padecen millones de hombres, mujeres niños y niñas en nuestro inmensamente desigual México actual.

* El Colegio de México adamian@colmex.mx

Fuente: El Financiero    
Categoría: PROGRAMAS DE PREVENCION    





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