Puestos a maquinar historias de horror difícilmente habríamos podido encontrar tema más pavoroso, por inhumano, que el del centro Hospital Santo Tomás "LOS ELEGIDOS DE DIOS". El "noble patrocinador": "Instituto de Rehabilitación de Alcoholismo y Drogadicción". Uno lee esos nombres y no podría menos que conmoverse.

Pero te enteras del tratamiento prescrito a los 107 infelices que ¿en nombre de Dios? estaban internados allí, reclutados por patrulleros que los levantaban de calles y en la Central de Abasto. Una "granja" con todos los accesos con puertas y barras metálicas cerradas con cadenas; literas de fierro que a su lado las camas de los reclusorios pasarían como hamacas de descanso. Alimentación: caldo de pollo revuelto con verduras en estado de descomposición.

La rehabilitación consistía en tenerlos trabajando desde las ocho de la mañana hasta la medianoche, confeccionando bolsas para tiendas departamentales y pinzas para tendederos. El procurador capitalino Miguel Ángel Mancera declaró que el grupo esclavista tenía ocho años operando. Por otro lado, el señor Juan Martínez Pérez, presidente de la Asociación El Caracol, informó que desde el día 1 de junio se le denunció por escrito a Marcelo Ebrard de la operación del centro. ¿Por qué tardaron tanto en reaccionar?

Uno se pregunta: ¿Cómo es posible que estos centros puedan seguir operando a la vista de todo el mundo, cuando ya es sabido los abusos que cometen? Pero esto de "LOS ELEGIDOS DE DIOS" parece haber rebasado, y con mucho, a casos anteriores. Se trataba de "limpieza social". Es decir, quitar de las calles a los indigentes y esconderlos, esclavizándolos. Sí señor, todo al más puro estilo nazi.

¿DE AQUÍ A LA ETERNIDAD? La preguntita va para ti, querido JAVIER AGUIRRE. Cuántos colegas tuyos que son DTs en México y otros cincuenta países quisieran estar como tú el 11 de junio del año próximo en el Estadio Soccer City de Johannesburgo, ante los ojos de ¿cuántos cientos de millones de los que amamos el futbol en todo el mundo?

A ver si a tu regreso te recibimos en lecho de rosas o en cama de clavos.