Solemos pasar con indiferencia sobre las cifras que aparecen un día sí y otro también en la prensa. Pocas veces, casi nunca, nos detenemos a pensar qué significan, qué hay detrás de los números. Son tantos que aturden. Sin embargo, se trata de datos duros, durísimos diría yo. En ciertos casos dimensionan con precisión los retos que enfrenta el país. Ahí están, por ejemplo, las cifras dadas a conocer esta semana

por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe: En México hay 37 millones de pobres y 12 millones de indigentes. La mitad de los habitantes del país, que fue descrito alguna vez como “Cuerno de la Abundancia” es pobre. Es un dato escalofriante, desalentador y muy peligroso. Una de esas cifras que no podemos dejar pasar de largo, como si nada.

Con seguridad ninguno de esos mexicanos pobres está leyendo este texto, pues no suelen gastar dinero en la compra de periódicos. Están, en cambio, preguntándose cómo le harán para comer, para vestir a sus hijos, para sacarlos adelante. Otros se preguntarán por qué un puñado de compatriotas posee bienes hasta el hartazgo y otros, los más, se la rifan día con día. Los medios de contención social, los que evitan el estallido, han funcionado por décadas, pero presentan signos de desgaste. La religión, los medios, las tradiciones, la migración, la ignorancia, la falta de conciencia política, la apatía, se han conjugado para evitar lo lógico, que sería de que los millones de mexicanos que han vivido por generaciones en la marginación tomarán por la fuerza lo que a otros les sobra.

No trato de espantar a nadie pero lo lógico sería que la gente que vive en la miseria tomará por asalto los centros comerciales donde las elites ejercen su poder de compra. No lo hacen, pero suponer que siempre aceptarán con pasividad su mala fortuna es un error. Don Porfirio y sus socios no calcularon la fuerza del estallido que se gestaba entre la gente pobre del México de hace un siglo, me pregunto si las clases dominantes de nuestros días tienen conciencia de los peligros que encierra la injusticia social sistémica. Se maneja que la Revolución causó un millón de muertos en un país de 15 millones de personas. Ahora somos más de cien millones. ¿Para qué despertar al México bronco?

En días recientes se ha hablado de la necesidad de asumir un pacto nacional detrás de grandes causas que nos unen para conformar un proyecto compartido de Nación que nos permita, algún día, escapar del subdesarrollo. No hay que ir lejos ni pensarlo dos veces: el combate a la pobreza y la desigualdad es el territorio común de todas las fuerzas políticas. Es una causa compartida. Otros países, que hasta hace medio siglo eran más pobres que nosotros, España, Corea, e Irlanda, por ejemplo, han logrado darle vuelta a la página y forjarse un destino distinto, mucho más promisorio.

Otros números

Durante la semana se consignaron otras cifras que acompañan, a la manera de coro griego, los discursos oficiales con motivo del aniversario 99 de la Revolución. El Producto Interno de México caerá este año ocho por ciento. El porcentaje de desocupación alcanzó niveles históricos, pues el 6.2 por ciento de la población económicamente activa no tiene empleo formal ni informal. Durante octubre se registraron en el país 840 ejecuciones relacionadas con el crimen organizado. La Encuesta Nacional de Adicciones reveló que seis millones de personas han consumido drogas alguna vez. Hay 600 mil adictos. México cayó del lugar 72 al 89 en el índice de percepción de la corrupción a nivel internacional.