Un repaso de algunos casos nos da una idea de qué tan profunda y extendida está la corrupción. Es el caso de Italia, donde está comprobado que el primer ministro ha cometido actos corruptos y, pese a todo, se mantiene en el puesto, utilizando a las fuerzas políticas afines para no ser procesado. Es una verdadera vergüenza para un país como Italia tener un primer ministro de la catadura del señor Berlusconi.

En Francia, muchos se han quedado sorprendidos por el proceso que se sigue desde hace varios años contra el ex presidente Chirac, tan aficionado a la cerveza mexicana, quien hasta ahora va a enfrentar a la justicia, pues ya no tiene el fuero que le permitió evadirla por más de 10 años. El caso se trata de apropiación indebida de fondos cuando era alcalde de París, a través de empleos ficticios que otorgó.

La semana pasada también ha sido salpicado el señor Chirac en otro caso: la venta ilegal de armas a Angola por un ex ministro francés del partido de derecha, el señor Pasqua, quien ya ha sido condenado y que acusó al ex presidente de estar al tanto de todo. En este caso, ya denominado Angolagate, también ha sido procesado y condenado un hijo del ex presidente Mitterrand.

También la semana pasada, en Portugal fue denunciado un ex ministro socialista, ahora vicepresidente del primer banco privado del país, por estar implicado en una red de tráfico de influencias y sobornos. En su país vecino hemos visto la desfachatez del presidente del gobierno valenciano, el señor Camps, quien a pesar de todas las pruebas que se han hecho públicas sobre actos indebidos sigue aferrado al puesto.

Podríamos seguir con ejemplos de este mes en Tailandia, Hungría, Indonesia, etcétera, es decir, en todos los continentes.

Si no se hace algo a nivel mundial, la recuperación de la confianza de los ciudadanos en la política y en quienes la desarrollan tardará años y dará pauta a que la corrupción se agrave, tal y como hemos leído esta semana en EL UNIVERSAL. Lo más sorprendente es que casi en todos los países hay leyes que la combaten, pero se aplican con tolerancia y, en muchos casos, el gobierno en turno domina el aparato judicial.

El futuro de la humanidad no puede estar condenado a que destaquen únicamente los corruptos que se benefician, tanto en el sector privado como en el público. Lo que es peor, hacen lujo y ofenden con su poder. Nada más hay que verlos en las páginas de sociales de todos los periódicos, incluyendo los de nuestro país.

Analista político y economista