Virginia Bautista La producción vitivinícola ha impulsado que el Valle de Guadalupe se torne mágico VALLE DE GUADALUPE, Baja California.- La uva puede convertir en Pueblos Mágicos a villas como El Porvenir, Francisco Zarco o San Antonio de las Minas, ubicados en el bajacaliforniano Valle de Guadalupe, donde unas 60 casas vitivinícolas de todos los tamaños siembran, cosechan y experimentan con ese fruto morado y verde que imprime un toque singular al paisaje desértico. Surcos interminables, geométricamente alineados, siempre con las parcelas dedicadas al olivo detrás, rodean las poblaciones que trabajan en el remozamiento de sus banquetas, la restauración de sus calles principales y en uniformar sus fachadas para obtener en 2010 el deseado título que impulsaría su desarrollo económico y cultural. “Se busca también recuperar la Misión de Guadalupe. Estamos en pláticas con el Instituto Nacional de Antropología e Historia para construir un Museo de Sitio y comenzar el trabajo de campo en la zona”, comenta Alan Bautista, promotor turístico del Gobierno del Estado, quien informa que la cosecha de uva atrae en el verano a unos 150 mil visitantes, y a medio millón de personas al año. La firma L.A. Cetto, fundada hace ocho décadas, cuando comenzó como una destilería en el centro de la ciudad fronteriza de Tijuana, acapara la atención con sus instalaciones construidas en mil 500 hectáreas y su producción anual de siete millones de botellas de vino en 30 variedades, tanto de reserva como tradicionales. El gerente, Alejandro López Ramos, comenta, durante un recorrido por la fábrica y sus bodegas, que esta empresa, que distribuye su producto en 30 países y maneja 60 por ciento del mercado a escala nacional, no pierde su capacidad de experimentar, por lo que actualmente explora con 55 nuevas mezclas para llegar cada vez a un mayor número de consumidores. En tanto, el viñedo Paralelo, cuya sede fue construida ex profeso por el arquitecto Alejandro Dacosta, con materiales como el adobe, que ayuda a conservar la humedad y la temperatura adecuadas a un bajo costo, se ha convertido desde hace tres años en una alternativa para los amantes aventureros del vino. El enólogo chileno Daniel Lomberg explica que su proyecto es aprovechar los suelos arenosos más altos, que poseen un grado de salinidad mayor, para innovar en el competido mercado con mezclas singulares y fuertes. Pasaron de producir en 2006 unas dos mil 500 cajas a 12 mil en 2009. Y, en la escala casera, destaca en medio del paraje rocoso una pequeña tienda rústica construida en madera que marca la entrada al viñedo de doña Lupe. Atendido por su propietaria, el local exhibe los vinos, aceites de oliva o uva, aceitunas y decenas de mermeladas de frutas de la región que se fabrican de manera artesanal y familiar. Así, la uva y su magia de encantar paladares ha detonado la economía del Valle de Guadalupe y sus alrededores, donde se han echado a andar unos 110 proyectos, entre villas, casas y ranchos con caballos.