Cuando se difundieron las imágenes de 30 inmigrantes de origen mexicano viviendo en condiciones infrahumanas, los dueños de Gallo, la principal productora y exportadora de vinos en EU, sabían que se habían metido en un buen lío y que la posibilidad de un boicot contra sus productos en más de 90 países sólo era cuestión de tiempo. No estaban equivocados. A las pocas semanas de transmitirse estas imágenes en un canal de la televisión local de California, la Unión de Trabajadores Agrícolas (UFW por sus siglas en inglés), la organización que fundó el histórico dirigente chicano, César Chávez, anunciaba la puesta en marcha de un boicot nacional e internacional para denunciar el régimen de semiesclavitud que se sigue viviendo en los viñedos de una empresa con más de 4 mil empleados y oficinas en todo el mundo.