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COORDENADAS / Cordero ya debe decidir.
02/09/2011
Enrique Quintana
Ciudad de México.- Los funcionarios públicos en México tienen la tendencia a subestimar los riesgos que enfrentamos o a confundir su verdadera naturaleza. El virus de la desconfianza puede detonar las crisis. Pero el problema es que nadie sabe en qué momento puede brotar y contagiar con él a todo el sistema. El riesgo inmediato que corremos es recibir un fuerte latigazo de la desaceleración que ya vive Estados Unidos.

Ciudad de México.- Los funcionarios públicos en México tienen la tendencia a subestimar los riesgos que enfrentamos o a confundir su verdadera naturaleza.

El caso más emblemático de esa condición es la conocida historia del "catarrito".

La crisis del 2008 fue vista por el entonces Secretario de Hacienda como una mera fase descendente del ciclo económico, que iba a implicar solamente una desaceleración de la actividad económica.

La realidad es que había atrás una crisis financiera que estuvo a punto de precipitar al mundo en una nueva Gran Depresión, y aunque ésta pudo evitarse, de cualquier manera, el retroceso económico fue el más grave desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

El orden de las finanzas públicas en nuestro País no impidió que la economía mexicana retrocediera en 6 por ciento en 2009, una de las peores caídas entre las mayores economías del mundo.

Hoy nuevamente pareciera haber una tendencia a minimizar el riesgo del entorno que enfrentamos, que no es otra cosa sino una consecuencia de las mismas estrategias que se emplearon para amortiguar el impacto de la caída económica de hace 3 años.

La mayor parte de los documentos oficiales señala que oootra vez sólo nos enfrentamos a un escenario en el que habrá una "mera desaceleración económica", como quien dice, nuevamente un catarrito.

Y se pone poco énfasis en los riesgos que existen y que podrían -bajo ciertas condiciones- convertir la desaceleración en un grave tropezón económico.

Hoy no existe una crisis "subprime" como la de entonces, y tampoco pareciera haber una contaminación generalizada de los activos bancarios por instrumentos derivados que incluían a esos préstamos impagables.

Pero lo que sí tenemos es una deuda pública que en diversos países llegó a proporciones sin precedente y que de vez en vez genera dudas entre los inversionistas de todo el mundo respecto a la capacidad de los gobiernos para diseñar esquemas de gastos e ingresos que hagan pagaderos esos pasivos.

Hay que recordar que los momentos más críticos de la crisis financiera de 2008 derivaron de la desconfianza generalizada. Nadie sabía si los activos de los bancos estaban contaminados o no. Los préstamos interbancarios se paralizaron y amenazó el cataclismo.

El virus de la desconfianza, en ese entonces y también ahora, es el que puede detonar las crisis. Pero el problema es que nadie sabe en qué momento puede brotar y contagiar con él a todo el sistema.

Las estrategias económicas que a partir de estos días van a empezar a discutirse debieran contemplar con claridad estos riesgos.

El riesgo inmediato que corremos es recibir un fuerte latigazo de la desaceleración que ya vive Estados Unidos.

Tendremos menos crecimiento, menos empleo y estaremos sujetos a recurrentes vaivenes financieros.

Frente a este cuadro, es urgente una definición del Secretario de Hacienda. No puede ser que el responsable de estar atento a estos riesgos tenga su cabeza puesta en la estrategia que debe seguir para convertirse en el candidato presidencial del PAN. Esa dualidad nos hace más susceptibles al contagio.

Creo que Ernesto Cordero es un hombre honesto y en los siguientes días se definirá: declinar de su aspiración a ser candidato presidencial o renunciar a la Secretaría de Hacienda y lanzarse a buscar adeptos.

Fuente: Reforma    
Categoría: INDICADORES ECONOMICOS Y PROSPECTIVA    





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