Morelia, Mich. Francisco Ramírez Domínguez, uno de los escultores más prolíficos de Michoacán, actualmente funde en su taller su propuesta creativa con la del miniaturista Guillermo Torres Calderón. Ambos trabajan en la elaboración de una serie de esculturas en bronce con las que pretenden explorar los bajos fondos del consumo del alcohol, tema que ha sido recurrente en el arte y que encuentra un álgido ejemplo en la novela Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, aunque se pueden citar múltiples casos en los que esta bebida ha sido empleada por los artistas como un estimulante para la exploración del laberíntico subconsciente.

El alcohol en sus múltiples variantes ha tenido una presencia muy marcada en la historia del arte y de todos es conocida la afición que tuvieron por esta bebida artistas como Edgar Allan Poe, Charles Bukowsky y Jackson Pollock. En el ámbito de la música popular también sobran los ejemplos de cómo el alcohol ha sido el alma de la bohemia, sino pregunten a José José, o José Alfredo Jiménez, y para irnos a otra escala también podríamos ubicar a la cantante de soul, Amy Winehouse, acompañada en el escenario de una copa llena de algún estimulante brebaje.

Pero no es esta idea de los paraísos artificiales que genera el alcohol entre los artistas lo que ha motivado el trabajo al alimón que realizan en la escultura Francisco Ramírez y Guillermo Torres, quienes pretenden crear una serie de obras que inviten a la reflexión sobre las repercusiones sociales que esta adicción provoca, sobre todo en nuestros días en los que se habla de un supuesto incremento de consumo entre la población joven de todo el mundo. En pocas palabras, no es la visión de la bohemia lo que interesa a estos creadores, sino más bien los efectos de la resaca social.

Por invitación de Francisco Ramírez acudimos a su taller para observar el proceso de creación de esta serie que surge por iniciativa de Torres Calderón, quien abordó este tema hace poco más de 20 años en la técnica de repujado en cobre; sin embargo, el miniaturista compartió que mantuvo guardadas estas piezas al reconocer sus limitaciones en el arte, por lo que decidió trabajar de manera conjunta con el experimentado fundidor y escultor.

El principio creativo para esta serie es la botella, forma que sirve como patrón para la creación de las obras escultóricas que pretenden ilustrar diferentes contextos sociales en los que se da el alcoholismo, desde la vida doméstica hasta la nocturna y las repercusiones en el consumo tales como la violencia y la muerte.

“Queremos hacer una serie de unas 35 o 40 obras para presentarlas no sólo en Morelia, sino en diferentes estados del país. La idea es que se exponga como algo constructivo para la sociedad y que toque algunas fibras”, comentó Gilberto Ramírez.

De manera paralela a la elaboración de esta serie, Francisco Ramírez continúa con la producción de su obra más personal, sobre lo cual comentó: “soy muy dado a pensar en cómo dar el nuevo mensaje de Francisco Ramírez como escultor. Tengo la facilidad de hacer cambios en mi obra y me satisface mucho porque me da la idea de que puedo ser más abierto al arte, no encerrarme en ninguna temática porque eso me tendría un poquito enclaustrado; yo quiero la libertad total en mi trabajo y por eso me siento a gusto escudriñando y tratando de dar una nueva visión del trabajo escultórico”.

El escultor y fundidor compartió que el próximo 29 de julio develará en la ciudad de Uruapan una estatua monumental (tres metros de altura) que las autoridades eclesiásticas le encargaron para rendir homenaje al presbítero José Ochoa Gutiérrez.