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El Presidente Calderón en la ceremonia conmemorativa del Día Internacional de la Lucha Contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas
27/06/2011
Boletín de Prensa
Al mismo tiempo, en el Gobierno Federal estamos trabajando para ofrecerles tratamiento médico a quienes ya son víctimas de adicciones, ya sea adicciones a las drogas o al alcohol, o a otras sustancias.

Ciudad de México, 27 de junio del 2011

Muy buenas tardes a todos.

Don Antonio Luigi Mazzitelli, Representante Regional para México, Centroamérica y el Caribe de las Naciones Unidas, de la Oficina Contra la Droga y el Delito.

Diputada Yolanda de la Torre Valdez, Presidenta de la Comisión de Atención a Grupos Vulnerables. Bienvenida.

Diputada Claudia Edith Anaya Mota, Presidenta de la Comisión de No Discriminación de la Cámara de Diputados.

Doctora María Elena Medina Mora, Directora del Instituto Nacional de Psiquiatría.

Estimados Secretarios.

Distinguidos invitados especiales.

Representantes de la sociedad civil.

Señoras y señores:

Bienvenidas, bienvenidos todos a la Residencia Oficial de Los Pinos, la casa de todos los mexicanos, que hoy abre sus puertas para conmemorar este Día Internacional de la Lucha Contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas.

Es una fecha que, asumimos nosotros, debe centrarse en la prevención, y debe centrarse en mejorar la calidad de vida de miles de personas que son víctimas de las adicciones.

La complejidad de este grave problema, sabemos bien, demanda acciones firmes, no sólo del Gobierno, sino de toda la sociedad.

Hay que reconocer que México ya no es sólo un país de tránsito de droga, sino que se está convirtiendo, también, aún en una escala muy pequeña, pero se está convirtiendo en un país de consumo.

En 2008, cuando se hizo la última Encuesta Nacional de Adicciones, un millón 200 mil mexicanos eran consumidores de drogas ilícitas, y el seis por ciento de nuestra población era adicto a alguna droga legal o ilegal.

Ya le he instruido al Secretario de Salud que adelantemos lo más posible la nueva Encuesta sobre Adicciones, es increíble que se hagan cada cuatro, cada seis años. La anterior había sido 2004. 2002, seis años. No. Es absurdo, pero ojalá la podamos hacer este año y no esperarnos al 14, que sería el ritmo que se tenía en ese tema.

Creo que deberían hacerse anualmente, aunque no en la misma escala, pero a final de cuentas, en estadística, una muestra bien diseñada, es una muestra eficaz, independientemente de que sea una muestra monumental, como acostumbramos hacer para el Censo o para ésta, de Adicciones. En fin. Más allá de la metodología, hay que hacerlo.

El hecho es que tenemos una realidad, una realidad de aumento del consumo que debemos atacar, tanto del lado de la demanda, como del lado de la oferta de drogas ilícitas y con una serie de políticas integrales.

Si algo recuerdo, por cierto, de la diferencia entre encuestas 2002-2008, es que la cocaína, aún en pequeñas proporciones de población, se había duplicado en el consumo. Estamos hablando casi de un millón, se había pasado del uno al dos por ciento, esa era la cifra, estamos hablando de un millón de mexicanos nada más y nada menos.

Por el lado de la demanda, tenemos claro que las adicciones son un grave problema de salud pública. Eso lo tiene bien claro mi Gobierno. Es un problema, la adicción es un problema de salud pública y, como todo problema de este tipo, la solución debe estar, en gran medida, en la prevención del problema

Por eso hemos invertido casi cinco mil millones de pesos, algo que no se había invertido nunca en el país, en programas especializados contra las adicciones. Más del doble, por ejemplo, que lo que se había invertido en la Administración anterior en estos mismos años. Y gracias a esta inversión inédita hemos logrado que la prevención y el tratamiento de adicciones se amplíe y llegue a lugares donde era prácticamente inexistente.

Como padre de familia, para mí también es muy doloroso ver a jóvenes, incluso a niñas y a niños, convertirse en víctimas de las adicciones. Es muy triste ver a los chiquitos, que son nuestro futuro, caer en lo que yo he señalado es una esclavitud, la esclavitud del Siglo XXI son las adicciones, que truncan sus sueños, destruyen su salud y minan las posibilidades de la sociedad misma.

Por eso en 2007, como ya citaba Margarita, presentamos el Programa Nacional de Adicciones, con el cual nos comprometimos a crear en esta Administración los Centros Nueva Vida para la atención primaria de las adicciones.

Y así, en cuestión de tres años, ya tenemos 323 Centros Nueva Vida en el país, que sumados a las 113 Unidades de Centros de Integración Juvenil, son la Red de Prevención y Tratamiento de Adicciones más grande de América Latina.

En esta Administración, solamente, se ha atendido a más de tres millones y medio de personas a través de ellos, además del programa que ha impulsado Margarita y muchas organizaciones de la sociedad civil para prevenir las adicciones, el Programa Nueva Vida.

Así que también quiero agradecerle de todo corazón a Margarita, mi esposa, quien desde el Sistema Nacional DIF, ha respaldado esta campaña, que es básicamente una campaña de información. La parte más importante de la prevención es esa, la información para una nueva vida. Y la información es clave para que cada joven, como ha dicho ella, pueda asumir libremente la disyuntiva de probar o no la droga, de tomar la decisión, de tomarla o rechazarla, que tenga la información de lo que esa droga implica. Obviamente, en menores de edad es muy difícil hablar de que puedan tomar una decisión en absoluta libertad.

Cuando alguien es ya adulto, mayor de edad, cuando se asume que se tiene la plena responsabilidad de los actos y decisiones, evidentemente podemos hablar de esa libertad, mientras no.

Pero en cualquier caso, los jóvenes deben tener la información que los haga libres al momento de tomar una decisión y que haya siempre un lugar al cual puedan acudir, un Centro Nueva Vida, en este caso, para pedir ayuda.

Al mismo tiempo, en el Gobierno Federal estamos trabajando para ofrecerles tratamiento médico a quienes ya son víctimas de adicciones, ya sea adicciones a las drogas o al alcohol, o a otras sustancias.

El Seguro Popular, por ejemplo y éste es un dato muy importante, ya incluye la cobertura para la atención de problemas de adicciones y salud mental. Un gran avance que se ha dado en la reforma que se ha hecho del Seguro Popular y el Sistema de Salud, en los años recientes.

También, otra cosa que hay que decir es que la sociedad ha sido clave para acompañar ese esfuerzo institucional, y por eso la organización de foros, donde se puede escuchar a las organizaciones ciudadanas, a expertos, a investigadores, con el objetivo de encontrar las mejores formas de prevenir y de atender las adicciones.

Hoy, este intercambio de ideas comienza a dar frutos, y qué bueno que los dé, como haber creado el Centro Nacional de Prevención y Control de las Adicciones, el CENADIC; o bien, la Unidad de Investigación Biopsicosocial en Adicciones del Instituto Nacional de Psiquiatría.

También, quiero destacar la actualización del Programa de Prevención y Tratamiento de Adicciones, que contempla metas, como reducir 10 por ciento la población de jóvenes entre 12 y 17 años de edad que consumen drogas ilícitas por primera vez; instalar 11 nuevos Centros Nueva Vida y crear el Observatorio Nacional en Tabaco, Alcohol y otras Drogas.

Éstas son acciones importantes, pero, lo sabemos muy bien, insuficientes totalmente, para el tamaño del reto, para el tamaño del desafío. Así que, se requiere la participación de toda la sociedad.

Tenemos que enraizar la cultura de la prevención contra las adicciones. Tenemos que enraizar, generalizar, hacerlo algo tan habitual entre los jóvenes, que sea esta prevención la primera línea de batalla, en la casa, en la escuela, en el grupo de amigos, en las comunidades, en los lugares de reunión.

Y ahí es donde tenemos que inculcar a los hijos los valores y la información que les permita rechazar las adicciones.

La otra cara del problema de las drogas, es la oferta de droga. Y quiero ser enfático en un punto fundamental. Se habla mucho e incluso es un término que se utiliza mucho, porque se acuñó en los Estados Unidos, en la era del Presidente Ronald Reagan, el tema de la guerra contra las drogas. Se habla mucho de que el Gobierno mantiene una guerra contra las drogas.

Pero, la realidad es que no estamos específicamente orientados a este tema. Nuestro esfuerzo es mucho más amplio, mucho más general. Es una lucha por la seguridad, más que un enfoque específico en drogas.

Es decir, lo que estamos librando es una lucha integral por ofrecer a las mexicanas y a los mexicanos un país más seguro, y un entorno también más saludable. Un país donde la gente de trabajo no sea robada, no sea secuestrada, no sea extorsionada.

Un país donde los niños puedan ir, las niñas, los niños, tranquilamente a la secundaria, sin que los molesten en el camino. Un país donde las víctimas de un delito reciban apoyo y, sobre todo, reciban justicia, de la que tanto se carece en el país.

Aquí hay algo muy importante que todos debemos tomar en cuenta. A final de cuentas, las drogas asesinan, las drogas ilegales y su comercio asesinan. Matan al producirse, matan al distribuirse y matan al consumirse.

Gran parte, una enorme mayoría de las muertes que ha sufrido México en los años recientes, especialmente de jóvenes, han sido muertes violentas asociadas a la producción o a la distribución de drogas, y causadas por quienes lucran inescrupulosamente con esas sustancias.

Nuestra mayor preocupación, entonces, es la consecuencia de un problema medular; es decir, el impacto en la sociedad que generan esas drogas, que es la inseguridad, la violencia, los secuestros, la extorsión y, en general, esta distorsión, este disturbio de la vida comunitaria que vive México.

Se ha dicho también que el combatir a la inseguridad o el combatir al narcotráfico es lo que genera la violencia que se vive en algunas zonas del país, y que entonces bastaría que el Gobierno Federal simplemente dejara que los criminales siguieran haciendo todas estas cosas, incluyendo la producción, la venta y el tráfico de drogas, para que la violencia termine.

Esta es una tesis equivocada, por varias razones.

Primero. Porque México dejó de ser sólo un país productor o sólo de tránsito, y también se ha convertido en un país con mercados de consumo y, en consecuencia, los grupos criminales operan con una lógica distinta.

Pasamos de un modelo, como dije el jueves, de un modelo de narcotráfico tradicional, que buscaba primordialmente pasar la droga a Estados Unidos, a un modelo de narcomenudeo, en el que los delincuentes, además de lo que hacían siempre, ahora buscan colocar esa droga entre los jóvenes mexicanos.

Y la diferencia radical no es sólo terminológica, entre narcomenudista y narcotraficante. Es radical, porque el narcotraficante, si bien es un tema muy preocupante y que nos preocupa mucho, corrompe a la autoridad para pasar por ahí. El narcomenudista corrompe o intimida a la autoridad para quedarse ahí.

Uno lo que quiere es pasar su mercancía rápido al otro lado. El otro quiere colocar su mercancía ahí. El primero, por lo mismo, busca salir sin ser visto y rápido; y el segundo busca meterse y busca quedarse en una comunidad para controlar las tienditas, para ser el dueño de la plaza. Pero para ser el dueño de la plaza y que no se meta nadie más que él, es porque busca ser visible, es porque se vuelve violento, porque quiere que su violencia intimide a otros grupos, intimide a la autoridad o intimide a la sociedad.

Por eso no sólo asesina, sino que además, asesina y decapita y hace cosas verdaderamente crueles, porque quiere infundir temor. Es como si estuvieran marcando su territorio y eso, evidentemente, es lo que genera violencia.

Cuando una organización criminal, en la búsqueda del dominio de esos mercados choca contra otra, es cuando se dan estos choques violentos, feroces, que han marcado y llenado de tristeza y de dolor a miles de familias en México.

En este nuevo modelo de control territorial, el control de plazas, el control de los puntos de venta, lleva en sí mismo el otro fenómeno, de que el crimen trata de apoderarse de las comunidades. Y una vez que ya lo logró, porque desplazó a un Alcalde o lo compró, o lo corrompió o lo mató, entonces, como dueño de la plaza, se vuelve la autoridad este criminal y entonces él, el que extorsiona es el que asalta, es el que viola impunemente, es el que cobra cuota.

Y como dije también, es una suplantación de la autoridad. Si por definición la autoridad es la que tiene el monopolio de la fuerza pública, ellos ponen su propia fuerza por encima de la fuerza pública.

Si por definición autoridad es aquella que hace las leyes, ellos ponen sus leyes y quieren que sus leyes sean las que se cumplan. Si por definición la autoridad es la única que cobra impuestos, ellos cobran cuota, a los comerciantes, a los ganaderos, a los madereros, a los agricultores.

Por eso he dicho que sí tenemos un problema grave de drogas que hay que combatir. Pero no es el único, ni es, precisamente, el problema per se que estamos combatiendo. El problema es la criminalidad, que lastima a la gente con su violencia, venga asociada o no con un asunto de drogas.

Antes, quizá, no se asociaban estos fenómenos de violencia, porque no había esta táctica de tomar territorios. Ahora sí, y ese choque es como un cortocircuito entre dos cables, o dos grupos, que generan esos actos de violencia.

Ante eso, cuál puede ser el imperativo ético.

Creo que puede ser sólo uno: usar toda la capacidad del Estado para defender a las familias de esos criminales y, al mismo tiempo, trabajar para reconstruir instituciones de seguridad y justicia, y fortalecer el tejido social.

Amigas y amigos:

Éste es un tema muy complejo. Lo sé. Pero creo que es importante abordarlo a cabalidad y reflexionar a fondo sobre él.

Como ustedes saben, el jueves pasado tuve un encuentro con representantes de la sociedad civil, en especial con familiares de víctimas de la violencia causada por el crimen organizado.

Fue un diálogo muy franco, muy emotivo, muy difícil, pero que demostró que, por encima de cualquier diferencia, cuando hay buena voluntad, la sociedad y el Gobierno compartimos la búsqueda de soluciones.

Y, desde luego, compartimos el sentido de urgencia para reducir la violencia criminal. Queremos reducir esa violencia. Queremos poner un alto a la impunidad que han sufrido esas víctimas. Queremos atender con mayor sensibilidad y eficacia a ellas y a sus familias, y renovar la capacidad de las instituciones frente al problema de la inseguridad.

Este encuentro ha abierto varias oportunidades muy valiosas, pero quiero centrarme, el día de hoy, en una de ellas: la oportunidad de fortalecer la participación de los ciudadanos. En qué. En resolver, precisamente, los problemas que a todos nos atañen.

Por eso es tan importante lo que ustedes han hecho. Una sociedad participativa, que trabaje con los jóvenes, con los niños, en evitar que caigan en las garras de las adicciones.

Una sociedad participativa que nos exija a los gobernantes, al Presidente de la República, sí, pero a todos los gobernantes, de todos los niveles, para que todos trabajemos con firmeza, precisamente, en resolver este problema.

Una sociedad participativa, que nos exija a todos los Gobiernos y de todas las fuerzas políticas, a tener una clara definición sobre lo que realmente se está haciendo o dejando de hacer en materia de seguridad.

Una sociedad que nos exija a todos los Poderes, no sólo a los Ejecutivos, también al Legislativo, también al Judicial, para que todos abramos las puertas y los oídos, y estemos sensibles y trabajemos para resolver el justo clamor de la sociedad por un México más seguro, donde se termine la impunidad.

La situación que vive el país en materia de seguridad, por otra parte, no debe darle paso, simplemente, a la crispación, al encono, al odio, más odio aún, sino debe darle paso al diálogo, al entendimiento, a las soluciones y al trabajo de todos.

Sé, y estoy totalmente de acuerdo con ello, que la sociedad mexicana quiere un México con justicia y sin violencia. Yo también quiero un México con justicia y sin violencia; un México sin crimen, un México sin impunidad.

Así que debemos transformar ese entendimiento social en un consenso activo de todas las autoridades, de todas las fuerzas, para impulsar con hechos muy concretos, la seguridad y la legalidad en todo el país.

Así lo entendemos en el Gobierno Federal. Y por eso seguiremos trabajando hombro con hombro con la sociedad civil para construir un México de seguridad, de leyes y de libertades. Un México de paz, con justicia y dignidad, que anhelamos y que los mexicanos merecen.

Y por eso seguiremos trabajando con las Naciones Unidas, con los organismos internacionales, con los estados, con la sociedad, trabajando y sin descanso, hasta lograr ese México que todos queremos.

Muchas gracias.

Fuente: Presidencia de la República    
Categoría: REGULACION Y NORMATIVIDAD    





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