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Ceguera social y alcoholismo.
27/06/2011
Luis Ochoa Minjares
Lo menos que pide el partido azul es la horca, el cuchillo, la pena de muerte o cadena perpetua para los agentes de tránsito y sus jefes que, en sus retenes, revisan y retienen documentos, entre ellos la credencial de votar y los vehículos de quienes manejan en estado de ebriedad.

Este desplante en afán de notoriedad, constituye una clásica machincuepa chimoltrufiana, pues como ayer dijeron una cosa, hoy dicen otra en relación con el drástico combate a alcoholismo creciente. Ayer se rasgaban las vestiduras exigiendo medidas más duras. Hoy se las rasgan exactamente por lo severo de esas medidas.

En efecto, en julio del 2008 el PAN presentó ante el Ayuntamiento de Juárez una iniciativa para modificar los reglamentos

vigentes y aumentar las penas y castigos previstos contra los guiadores que en estado de ebriedad siembran la desgracia, los accidentes y la muerte entre los transeúntes, cada día con mayor frecuencia.

En el boletín de prensa expedido entonces por la fracción panista de regidores donde se pretende explicar y fundamentar las razones en virtud de las cuales casi se pide la horca y la silla eléctrica para los infelices teporochos que de manera inconciente toman el volante y hacen “chilar y huerta” en las calles citadinas.

Serían esta de ayer y la de ahora, iniciativas procedentes y saludables que merecieran el apoyo de la comunidad, si no fuera por la ceguera y la miopía social con la que la derecha oscurantista enfoca el problema de los guiadores ebrios que cada día proliferan más que los hongos en tiempos de lluvia.

Es incuestionable que los conductores ebrios deben ser sancionados con mayor dureza, ya que conducir en estado de ebriedad no debe ser una conducta alentada o estimulada con facilidades, sino con sanciones ejemplares que sirvan de verdad para desmotivar su práctica.

Pero este sería un razonamiento parcial y miope del problema de los guiadores ebrios, si no se enjuiciara también el problema del alcoholismo y de sus usufructuarios, la mayoría de los cuales son grandes empresarios y comerciantes miembros de ese partido miope, que inundan las calles con ríos de licores en los incontables establecimientos comerciales que abundan en todos los barrios de la ciudad sin ningún límite.

El panismo pidió entonces, con su evidente e incurable ceguera social-, que las sanciones económicas a los guiadores ebrios fueran considerablemente más drásticas. Pero no pidió la misma drasticidad para los empresarios que hacen del alcoholismo una forma fácil de enriquecimiento relampagueante, sin importarles embrutecer y envilecer a la población fronteriza.

El problema de los guiadores ebrios y sus consecuencias, es cierto, lo repetimos, es grave y merece atacarse de frente, pero sin desligarlo del problema general del alcoholismo que diezma la población fronteriza, gracias al libertinaje desmedido e incontrolado con el que se maneja esa rama comercial.

El punto de acuerdo que los regidores panistas presentaron hace tres años para combatir a los guiadores ebrios, hubiera estado completo si en el se enfocara el alcoholismo como un severo problema social, cuya solución requiere de medidas tan drásticas o más que las que pretendían entonces.

Era y es necesario aplicar a los guiadores ebrios, en su mayoría muchachos y muchachas menores de edad que entran y salen de bares, cantinas, tugurios y antros como Pedro por su casa, sin que por ello sientan la menor preocupación los honorables regidores de la derecha panista.

Bien podría la iniciativa de 2008 de los regidores panistas meter al bote a todos los guiadores con aliento alcohólico, aplicarles las más altas, inmoderadas e ilegales multas, incluso llevarlos al paredón o sentarlos en la silla eléctrica, pero nunca acabaría con ellos mientras no se atiendan las causas de su existencia y la abundancia de cientos de “tiendas de conveniencia”, que no son sino un subterfugio de la mercadotecnia desaforada para suplir las cantinuchas de antaño.

Dice el refrán que “a los grandes males, grandes remedios”. Y el problema del alcoholismo en la actualidad es uno de esos grandes males que siembra la tristeza, la desesperanza y el miedo en todos los sectores de la población, particularmente en el sector laboral. Es un mal que requiere de un gigantesco, descomunal e inédito remedio. Lástima que ahora, como la Chimoltrufias, como dicen una cosa, ahora digan otra.

En el combate al alcoholismo desaforado, no se trata de perjudicar nuestra industria vitivinícola ni crearle problemas al escaso turismo que aún nos visita. Tampoco se quiere el paredón o la silla eléctrica para los grandes, medianos y chicos empresarios que acrecientan su fortuna a costa de fomentar el alcoholismo.

Pero de inmediato, es inevitable, urgente e inaplazable ponerle un hasta aquí a la desaforada venta de vinos y licores imponiendo estrictos horarios y sancionando con las mismas penas, o quizá más severas, a todos aquellos taberneros que envenenen a nuestros muchachos y muchachas menores de edad.

Por lo demás, sería interesante comparar las dos iniciativas panistas, la de ayer en la que dicen una cosa, y la de ahora, en la que dicen otra, al puro estilo chimoltrufiano.

Fuente: @Juárez    
Categoría: PROGRAMAS DE PREVENCION    





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