
El nuevo destrampe
19/06/2011
Las elevadas tarifas que pagaban en los antros de la zona metropolitana, pero sobre todo falta de seguridad, motivaron a los adolescentes a buscar un nuevo reducto para divertirse los fines de semana. Hoy, se concentran en domicilios particulares para realizar sus fiestas under sin que nadie los moleste; ahí conviven con sus amigos inmersos en un ambiente en el que las luces multicolores, la música estridente, la cerveza y el consumo de tachas –la “droga de la felicidad”– los protegen de todo.
Desde hace meses decidieron que era mejor dejar de asistir a los antros para divertirse y optaron por organizar fiestas en domicilios particulares donde nadie los moleste. Libres de la vigilancia policiaca y las extorsiones, hoy los jóvenes veinteañeros y treintañeros que asisten a esos convivios esperan con ansia los fines de semana para acudir al encuentro con sus pares y dar rienda suelta a sus instintos.
Para ellos discreción y exclusividad son muy importantes, por lo que utilizan las redes sociales para enviar mensajes e invitaciones virtuales a sus conocidos, en los que indican dirección, fecha y hora de la siguiente fiesta under –apócope de underground–. De esa manera van ampliando su círculo de amigos donde todos se conocen, así sea sólo de manera virtual.
María, una profesionista de 23 años, quien solía asistir a los antros de la zona metropolitana de Guadalajara, dice que la inseguridad y las elevadas tarifas la obligaron a optar por las fiestas clandestinas. Lleva un año practicando esa rutina, que consiste en reunirse con decenas de coetáneos para divertirse a su manera, consumir alcohol y drogas y bailar sin interrupción durante horas.
“Mis mejores momentos han sido fiestas under; los antros ya pasaron de moda. Ahora resulta mejor rentar un lugar, meter a tu dealer, y ahí tienes tu fiesta. Consumes la cantidad de droga que acostumbras sin necesidad de ir a un antro donde gastes el doble y siempre te expones a la salida”, relata a Proceso Jalisco.
A ella le gustan esos lugares cerrados porque ahí, además de oír cómo retumba la música electrónica manipulada por los diyéis, las luces multicolores adormecen sus sentidos y la ponen a brincar durante horas, sobre todo cuando se encuentra bajo los efectos de las tachas, las drogas elaboradas a partir de metanfetamina.
Y es en esos minúsculos espacios carentes de ventilación y de paredes blancas, donde los jóvenes se contorsionan al ritmo de la música electro house, ambientados por las luces giratorias; apenas descansan. Cerveza en mano, brincan todo el tiempo.
Algunos se quitan la camisa para estar más cómodos y soportar el calor; otros se niegan a quitarse los lentes de sol, en un torpe intento para evitar que se observen sus pupilas dilatadas a causa de la liberación intensificada de serotonina –neurotransmisor relacionado con los estados de ánimo– por el consumo de tachas. Todos están inmersos en un ambiente impregnado de éxtasis, la llamada “droga de la felicidad”.
Antonio, un joven bartender que labora en un hotel boutique ubicado en la exclusiva Zona Rosa tapatía, asegura que algunos empresarios locales ya vieron el potencial de las fiestas under, como sus propios jefes, quienes hoy son activos organizadores de este tipo de eventos.
Ellos son los que alquilan una casa antigua en el centro de la ciudad a la que acuden cada dos semanas alrededor de 100 personas. Algunas veces los patrocinadores llevan diyéis nacionales para que amenicen las fiestas privadas juveniles, comenta Antonio, quien se limita a vender y regalar los “dulces” (tachas) a los asistentes.
“Su presentación viene en diferentes colores y están grabadas con monogramas distintivos, como una carita feliz, el logo de la marca Puma o el símbolo de la empresa Mercedes Benz”, asegura Antonio.
Comenta que el cuadro de gloria no es en el entorno. Y explica que a diferencia del alcohol, el éxtasis no provoca una disminución del nivel de conciencia. Después de cinco horas de ingerirlo, la percepción de los colores aún es nítida y se experimenta un placer singular, una inmunidad al dolor. No se siente hambre ni cansancio ni frío. Eso sí, añade, al día siguiente viene la depresión por la liberación excesiva de serotonina provocada por la droga. Es una tristeza inexplicable, dice; no te dan ganas de nada, excepto de quedarte en tu cama y llorar.
La depresión, que puede durar uno a dos días es poca ante el anhelo de volver a sentir la euforia el próximo fin de semana. La tristeza desaparece, no así el recuerdo de la fiesta, precisa Antonio.
“Para mí las fiestas under son lo chido. Te la pasas chingón y además estás más seguro que en cualquier otro lado. En los antros, además de que entran buchones, te corren temprano; por eso es mejor una fiesta en donde con 150 pesos te compras algo bien; te sale hasta más barato que ir al cine”, asegura el bartender.
Gobierno sin perspectivas
Catedrático del Colegio Jalisco, el sociólogo Rogelio Marcial Vázquez advierte que la ciudad comienza a marcar una nueva tendencia en la cual los jóvenes están optando por crear sus propios espacios en busca de diversión segura, exclusiva y barata.
Según el experto en culturas juveniles urbanas, este cambio de hábitos culturales es una medida de defensa contra la inseguridad. Los adolescentes saben que ante la imposibilidad de las autoridades por detener la violencia cotidiana es mejor contar con lugares cerrados para divertirse.
De manera similar se expresa la antropóloga y académica del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) Rossana Reguillo Cruz. Ella sostiene que aun cuando la diversión privada surgió en los noventa, sobre todo con las famosas fiestas rave, que se organizaban en espacios amplios, es en los últimos tiempos cuando los jóvenes decidieron replegarse hacia lo privado.
Autora del libro La construcción simbólica de la ciudad, Reguillo Cruz advierte sobre el riesgo de que Guadalajara se convierta en una ciudad similar a las del norte del país, en las cuales el daño al tejido social es tal que varias generaciones sufrirán las secuelas.
Por lo que atañe a la inseguridad, sobre todo a partir de los granadazos contra el centro Vida Divina en enero pasado, y a la entrada en vigor de la ley antiborrachos en los antros, los dueños de los establecimientos reconocen que su clientela disminuyó notablemente en los últimos meses. De hecho, varios establecimientos han quebrado, dice a la reportera uno de los empresarios afectados.
Marcial Vázquez sostiene que si el gobierno persiste en su estrategia de combate al narco, la venta de droga no disminuirá, pues el problema es de salud pública, no de seguridad pública, puntualiza el investigador del Colegio Jalisco. Por eso, no le convence el discurso del gobernador Emilio González Márquez cuando dice que busca alejar a los jóvenes de las drogas. La realidad muestra lo contrario: cada vez más los muchachos de entre 15 y 25 años consumen estupefacientes de manera regular durante sus fiestas under, insiste el entrevistado.
Y agrega: “Las élites panistas quieren imponer un modelo tapatío basado en los valores de la Iglesia católica sin entender que la construcción de la sociedad es muy diversa. Por eso, ante la falta de políticas públicas incluyentes, los grupos urbanos juveniles se vuelven clandestinos.
“Sus integrantes actúan como los hijos rechazados por el gobierno paternalista que premia al que piensa como él pero reprime al que piensa diferente. Emilio debe entender que gobierna para todos, no únicamente para el sector más conservador de la sociedad jalisciense.”
Cifras falaces
De acuerdo con la Secretaría de Salud de Jalisco, el estado se encuentra por debajo de la media nacional en consumo de drogas, comparado con las entidades críticas como Tamaulipas y Quintana Roo.
La Encuesta nacional de adicciones 2008, por ejemplo, revela que en Jalisco sólo 5% de la población consume drogas ilegales. Sin embargo, el estudio, que se actualiza cada seis años, indica que aquí el consumo de narcóticos entre mujeres muestra un “alarmante ascenso”, que se ubica por arriba de los 5.7 puntos, que equivalen a la media nacional.
Además, en su Encuesta escolar sobre las adicciones Jalisco 2009, que comprendió 26 mil entrevistas a alumnos de secundaria y bachillerato de los 125 municipios de la entidad, la Secretaría de Educación estatal y la Universidad de Guadalajara (UdeG) revelan que el consumo de drogas afecta a uno de cada cinco hombres y a una de cada siete mujeres. Destaca también que en la zona metropolitana la mariguana y la cocaína siguen siendo las drogas que prefieren los jóvenes.
El investigador Ricardo Sánchez Huesca, del Centro de Integración Juvenil, asegura que en el último año el consumo de heroína y metanfetaminas se elevó notablemente. Según él, el uso de la heroína se asocia al fenómeno de los migrantes que atraviesan territorio jalisciense en su paso a Estados Unidos; el de las metanfetaminas, dice, es más común entre los adolescentes, quienes la consideran “una droga de moda con uso recreativo”; incluso es una copia del estilo de vida estadunidense.
El director del Centro de Estudios de Alcoholismo y Adicciones, Octavio Campollo Rivas, afirma que las cifras oficiales de la Secretaría de Salud contienen “un margen de error muy grande”, pues las encuestas se realizan sólo en domicilios particulares.
Para el facultativo, es difícil que los jóvenes que consumen droga, así sea de manera ocasional, lo digan abiertamente en una encuesta delante de sus padres; también precisa que desde 2006 sus colaboradores y especialistas de la Morgan State University, de Estados Unidos, publicaron un estudio conjunto titulado Drug Abuse Treatment and Prevention Needs in Jalisco, en el que hablan del alarmante aumento en el consumo de drogas entre jóvenes de entre 15 y 19 años que cursan el bachillerato.
Campollo Rivas explica que la investigación muestra que la exposición al consumo de drogas en el estado es cada vez mayor, dada su accesibilidad y bajo precio en el mercado.
Jalisco es la entidad donde se produce, consume y vende la mayor parte de droga del país. Hoy dejó de ser sólo una entidad para el trasiego de estupefacientes, para convertirse en una zona de alto consumo. Ello provocó que en los últimos años el uso de drogas en la zona metropolitana de Guadalajara se disparara de manera inusitada.
Los estudios realizados entre jóvenes en edad escolar registran un crecimiento de hasta 5000% en el consumo de drogas ilegales entre los habitantes de la mancha urbana (Proceso Jalisco 336).
De acuerdo con el censo del Sistema de Vigilancia Epidemiológica de las Adicciones (Sisvea 2009), la edad promedio en que los jóvenes (hombres y mujeres) consumen alguna droga por primera ocasión es a los 14 años. Hace poco más de dos décadas lo hacían a partir de los 16 años, sobre todo a los varones.
Fuente: Proceso
Categoría: REGULACION Y NORMATIVIDAD
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