
EMPRESAS
07/09/2009
Alberto Barranco
Alberto Barranco
La exposición de motivos alude a una recomendación de la Organización para la Cooperación y
Desarrollo Económico (OCDE), que señala letra por letra que México no debe apresurarse a una
consolidación fiscal que agrave la recesión innecesariamente.
Reforma de fondo sí, pero en su momento, es decir, cuando esté realmente cimentada la
posibilidad de recuperación. Por lo pronto, en un documento de circulación interna entre la
bancada del ex partido oficial, en cuya elaboración contribuyeron el ex secretario de Hacienda,
David Ibarra Muñoz, y el ex subsecretario de Ingresos, Francisco Suárez Dávila, se plantean
algunas pinceladas para trazar el boceto:
No puede plantearse una fórmula de carácter estrictamente recaudatorio.
La reforma tributaria no puede concentrarse, como algunos pretenden, en el Impuesto al Valor
Agregado, pese a que tampoco puede excluírsele. Se requiere actuar sobre el Impuesto a la Renta
para personas físicas, haciéndolo más progresivo sobre los altos ingresos.
Adicionalmente, se plantea un aumento sustancial en el impuesto predial que cobran entidades
federativas y municipios, además de imponer sanciones al derroche de agua.
La alternativa habla, asimismo, de un gran programa de racionalización del gasto del Estado en
todos los niveles, considerando que el gobierno federal es capaz de hacer sacrificios, y que las
entidades federativas rendirán cuentas más claras ante el aumento de sus participaciones.
El eje de la reforma, según ello, sería la definición de un gran objetivo social que garantice una
ampliación efectiva de la red de protección a los sectores más débiles. Bajo ese prisma, se
convocaría a un pacto nacional en afán de involucrar a todos los sectores en el objetivo común de
contribuir para el despegue.
Naturalmente, a estas alturas se estaría usted preguntando cómo rayos le haría el fisco sin reforma
fiscal para paliar el formidable boquete en la recaudación. Bien, pues la respuesta es mayor
endeudamiento.
De acuerdo al documento intitulado La política económica para 2010, se podría llegar a un déficit
ingresos-egresos equivalente a 4% del Producto Interno Bruto, es decir, el doble de lo previsto,
bajo el marco de la regla europea de Maastricht que sitúa un escenario manejable en 3%.
Lo cierto es que el déficit promedio de los países integrados a la OCDE es cercano a 9%,
incluyendo a las economías calificadas de milagro, como la española o la irlandesa.
En los dos casos la deuda interna global es cercana a 100% del PIB, mientras en México llega a
sólo 30%, representando la más baja de los 29 países enlistados en el organismo.
La premisa es simple: cuando la banca no presta a la economía o no hay demanda de crédito, lo
conducente es que el ahorro se canalice a la inversión vía el gobierno.
Por ello, la deuda interna debe ser la principal fuente para financiar el déficit mexicano.
Más aún, se señala que la Ley de Responsabilidad Hacendaria permite un déficit fiscal en
circunstancias excepcionales, para corregirlo en un horizonte temporal.
Adicionalmente, decíamos, se plantea la imposición de un tributo a las transacciones financieras
como el aplicado en algunos países sudamericanos, cuya recaudación se incrementó en medio
punto del PIB en promedio.
La justificación es demoledora: Es mejor un impuesto cuyos recursos vayan al gasto social que las
comisiones impositivas que cobran los bancos para sí.
Fuente: El Universal
Categoría: INDICADORES ECONOMICOS Y PROSPECTIVA
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