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COORDENADAS El ambiente y la economía.
08/12/2009
Enrique Quintana
¿Cómo combinar el crecimiento económico con una reducción de las emisiones de CO2 a la atmósfera?

Ese es el gran problema que se va a debatir en Copenhague en este mes y que se va a convertir en un asunto crucial a discutir en la

siguiente reunión internacional sobre cambio climático, a celebrarse en México en noviembre de 2010.

Existe el consenso de que la única manera de limitar el calentamiento global es a través de reducir las emisiones de CO2 y de otros

gases que causan el efecto invernadero. Pero el problema es que los sistemas productivos en el mundo, tal y como están construidos,

tienden a aumentar las emisiones cuando crecen.

El camino más sencillo para limitar o reducir las emisiones sería que la economía no creciera. Pero esa opción no es aceptable.

El otro camino para reducir las emisiones es ir cambiando el modelo de crecimiento para generar gradualmente un mayor volumen de

energía limpia.

A nivel mundial, se estima que alrededor del 25 por ciento de los gases de efecto invernadero provienen de las actividades vinculadas

con la propia producción de energía. En segundo lugar contribuyen a esas emisiones los procesos de deforestación, con un 18.2 por

ciento. En tercer lugar está el transporte con un 13.5 por ciento y la actividad agropecuaria contribuye con una cantidad equiparable,

mientras que la industria lo hace con el 10.4 por ciento.

Con base en estos datos se puede visualizar que los cambios en las fuentes de energía primaria son determinantes.

De acuerdo con los datos de la Agencia Internacional de Energía, el 86 por ciento del total proviene de la llamada energía fósil.

La más importante de las fuentes de energía no fósil es la hidroelectricidad, que contribuye con el 6.3 por ciento y le sigue la

nucleoelectricidad con el 5.9 por ciento. Otras fuentes tienen participación muy baja.

La intensidad de uso de la energía es muy diferente según el nivel de desarrollo de los diversos países.

Por ejemplo, EU genera el 21 por ciento de la energía que se utiliza en todo el mundo. China ocupa el segundo lugar con el 15.5 por

ciento y luego está Rusia en un distante tercer lugar, con el 6.4 por ciento.

Si quiere saber el porcentaje que le corresponde a México, llega a un 1.6 por ciento.

Si vemos los datos de consumo per cápita, las distancias son todavía mayores. Estados Unidos está en un nivel de 334 millones de

BTU por persona; Japón está en 178 y Europa en 146.

México está en un nivel de 68, ligeramente por abajo de los 72 que representan el promedio mundial.

México, como todos los países sin excepción, puede contribuir a bajar los niveles de emisiones de gases de efecto invernadero. Pero lo

determinante para el futuro del mundo será lo que hagan los países que son los grandes emisores, específicamente Estados Unidos.

Al sector industrial mexicano le preocupa seriamente que el Gobierno mexicano, en aras de adquirir un protagonismo en esta materia,

vaya a hacer compromisos que impliquen explicita o implícitamente poner límites a las posibilidades de crecimiento del País en la

primera mitad de este siglo.

Todavía es inevitable que el incremento del PIB per cápita implique un uso más intenso de la energía y un aumento de las emisiones.

El tema requiere un análisis más detallado.

Fuente: Reforma    
Categoría: INDICADORES ECONOMICOS Y PROSPECTIVA    





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