
Operación alcoholímetro
27/03/2011
Javier Martín
Javier Martín
Pachuca, Hidalgo.- Primero fue la Operación Radar con la que la Presidencia Municipal obsequió, sin previo aviso, cientos de infracciones a conductores que circulaban por calles y avenidas de Pachuca como si fueran autopistas. En las últimas semanas reestrenaron retenes móviles para detectar a choferes alcoholizados.
Si el propósito de ambos fundamentalmente fuera preservar la vida humana y no poner en riesgo a personas inocentes, serían bienvenidos e inobjetables.
En la práctica, sin embargo, no es así.
El Radar simple y sencillamente lo quitaron.
Nunca fue antecedido de una campaña de concientización para respetar los límites de velocidad que, por supuesto, deben de existir en toda ciudad.
Sin mayor aviso, un diciembre, el personal de Correos empezó a entregar, a domicilio, miles de multas que giraba una empresa concesionaria.
Vinieron la molestia, el malestar y la polémica de los conductores ante una actitud que consideraban arbitraria, por parte de la autoridad.
También aparecieron en el horizonte las elecciones y como vino, sin mayor aviso, el radar súbitamente desapareció.
Ahora, las autoridades estatales, municipales y de Protección Civil dieron la sorpresa del alcoholímetro móvil que, dicen, tiene como propósito detener a cuanto conductor ebrio circule por las avenidas del área metropolitana de Pachuca.
Loable, porque nadie tiene porque poner en riesgo a inocentes.
Otra vez, el problema está en que apareció con cuotas, excesos y con indudables rasgos de enorme negocio.
Juanito vivió la experiencia.
Bebió sus alcoholes y fue detenido.
En la sopladera marcó .41, cuando el límite es de .40
Cuando apenas se practicaba el examen, una auténtica marabunta hurgaba cofre, interiores y cajuela de su auto.
Nadie, absolutamente nadie, informó y, menos aún, solicitó la respectiva autorización.
Al fin y al cabo ellos son la autoridad y pueden hacer, o creen, que pueden hacer lo que les venga en gana.
¿Oiga, y no sería correcto que avisaran que van a practicar una exhaustiva revisión?, reclamó Juan.
"¡Pues que no le pidieron permiso!", responde un uniformado, quien asegura que es para hacer un inventario que, por cierto, nunca se entrega al conductor.
Ese mismo personaje informa a Juanito que va a ser remitido a la galera municipal y que el vehículo se lo llevará una grúa.
Nunca, por lo menos a la vista, el auto es montado a una grúa. Simplemente alguien lo enciende y se lo lleva.
Quince o veinte minutos pasan hasta que llega una panel con policías estatales. Tres conductores, en total, son remitidos a la galera.
Ya en Seguridad Pública Municipal, Juanito es conducido por unos minutos a una celda.
Luego es sacado y presentado ante una celosa guardiana que es apoyada por otros dos policías.
Y, como merolica, advierte que debe permanecer detrás de la raya, aproximadamente a medio metro de distancia.
Pide los generales y entregar todo lo que se traiga en las bolsas, incluido cinturón y agujetas. Todo se deposita en una bolsita de plástico.
Vienen entonces las fotos, que no a todos practican, una de frente y otra de perfil y, ahora sí, a dormir la mona.
Diez detenidos en una galera.
A los pocos minutos, uno de ellos es liberado.
Animado por el hecho, un jovenzuelo pregunta a la implacable guardiana que de a cómo es la multa.
¡Nada más seis mil pesos!
Una hora y media permaneció Juanito en la celda. Le salió barato, para él la multa en la Municipal es de 4 mil pesos.
Ahora sí, a dormir en casa y en cama con colchón y bajo cobijas, pensando que había pasado lo peor en el suplicio de beber.
Sin embargo, al día siguiente comenzaba otro viacrucis para recuperar el auto: presentar factura, tarjeta de circulación, licencia y esperar unas horas porque para el coche la retención de 36 horas es inconmutable.
Vienen las firmas de que la autoridad cumplió, incluido el dichoso inventario de lo que se traía en el vehículo a la hora de la detención.
En Seguridad Pública Estatal se informa por fin que el auto está en tal corralón, cerquita, a las afueras de Pachuca.
Se paga un "arrastre" de 900 pesos, más 26 pesos por día de pensión.
El reclamo: ¿oiga y por qué tanto? y la respuesta es que ellos también tienen que pagar.
Y viene la última estocada: el coche no está ahí y hay que recogerlo a cinco kilómetros de distancia.
Ya en ese otro corralón un diligente empleado ofrece llevar el auto hasta la mismísima puerta, "para que usted no se ensucie, jefe, ya ve que hay mucho polvo".
Viene la entrega y la revisión.
Del coche de Juanito desapareció un portafolio con 30 o 40 discos compactos, la loción.
De la herramienta, ya para qué ver.
Fue un atraco y hay cuota.
Cada alcoholímetro móvil de Pachuca o Mineral de la Reforma debe remitir a la autoridad 9 conductores ebrios el jueves, 12 el viernes y 15 el sábado.
¡El negociazo!
Fuente: El Sol de Hidalgo
Categoría: PROGRAMAS DE PREVENCION
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