La respuesta que les he dado es que todo depende de con qué financien la inversión o la compra.

Si, en este momento, la gente tiene liquidez para comprar una pantalla 3D de esas que valen arriba de 30 mil pesos, porque son fanáticos de ese tipo de equipos, adelante, es sano que lo hagan.

Sólo hay que tomar conciencia de que dentro de un año esas mismas pantallas quizás valgan la mitad de lo que ahora se desembolsa.

Pero si hay quien tiene que dar el tarjetazo y endeudarse para adquirir ese gadget, entonces la recomendación es que se abstenga.

Va a pagar probablemente una tasa de interés de más de 20 por ciento por un producto que va a abaratarse dramáticamente antes de pagarlo por completo.

Todo producto tecnológico está condenado a la obsolescencia. Pero es diferente si al adquirirlo no incurrimos en un costo financiero, al hecho de que tengamos que pagar altos intereses y en un año esté pasado de moda... cuando nos falte todavía otro año por pagar.

En el caso de las empresas, la filosofía es la misma. Si el tipo de cambio es alentador para comprar maquinaria y eso puede hacerse sin incurrir en costos financieros, será una maravilla.

Pero si hay que tomar un crédito en dólares para adquirir el equipo, entonces habrá que ver si realmente es indispensable o no.

Aunque en este momento el riesgo cambiario es bajo, hay la aceptación general de que un rápido cambio en el entorno que creara condiciones de mayor incertidumbre produciría un rebote muy fuerte en el valor de dólar.

Si no se tienen ingresos en dólares, endeudarse en esta moneda es hoy una medida de alto riesgo, independientemente de que esta divisa esté apenas por arriba de los 12 pesos.

Pero si no se tiene que incurrir en deuda y el gastar en dólares no implica riesgo, es un buen momento para comprar maquinaria o para hacer pagos -por ejemplo- de un viaje que se vaya a hacer en el segundo semestre del año.

Hay un margen razonable de certeza de que la economía va a tener un buen desempeño en los siguientes meses... pero nadie sabe qué podrá suceder después.

Imagine por un momento que en este fin de semana empezaran a surgir noticias a propósito de que Arabia Saudita enfrenta una rebelión como la de otros estados de esa zona.

El nerviosismo que ese hecho podría suscitar es tan grande, que no habría techo en el posible incremento del precio del petróleo.

La resultante es que muchos proyectos de inversión devendrían inviables y, por lo tanto, la actividad económica cambiaría de rumbo: de la expansión a un rápido freno.

Sé que hay quienes van a criticarme y decir que aun a la situación óptima le encuentro peros.

Ni modo, lo asumo y aguanto las críticas.

No veo un panorama cierto en la economía del País, sino un cuadro lleno de dudas.

Ciertamente, estamos mucho mejor que hace un año, pero sería irresponsable invitar a gastar o a invertir sin la conciencia de los riesgos que todavía existen.