La economía habrá crecido aproximadamente 5.5 por ciento. Será el año económicamente más exitoso desde que el PAN está en la Presidencia de la República.

El punto de comparación más reciente fue el 2000, el último año de la era priista, cuando el PIB alcanzó un crecimiento de 6.0 por ciento.

Más aún, en los últimos 20 años, el 2010 ocupará el tercer lugar (empatado con 1996) en cuanto a crecimiento.

Ya le he comentado previamente que este resultado ha sido, en general, sorpresivo, pues apenas hace 12 meses se pronosticaba un crecimiento inferior a 4 por ciento.

En las dos décadas previas el año de mejor desempeño de la economía mexicana fue 1997, cuando se alcanzó un crecimiento de 7.2 por ciento.

La era de Zedillo cosechó los resultados de los cambios estructurales del sexenio de Salinas, especialmente la negociación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica.

Ya casi se nos olvida, pero, luego de la profunda crisis de 1995 que propició la peor caída económica de la historia moderna, tuvimos 5 años con un ritmo económico sobresaliente. El PIB creció en promedio en 5.3 por ciento al año el resto del sexenio zedillista.

Hago un paréntesis para recordarle que tras las más recientes revisiones de las cifras económicas, el desplome de 2009, que parecía ser el mayor desde la Gran Depresión de los 30 en el siglo pasado, ya resultó ligeramente menor a la caída de 1995, que se reafirma como el peor año para la economía mexicana en la era moderna.

En la era de Zedillo, el crecimiento fue liderado por las exportaciones, especialmente las de manufacturas.

Entre 1995 y 2000, las exportaciones de productos elaborados crecieron 120 por ciento, lo que implica un ritmo de 15.8 por ciento al año.

En la recuperación del 2010 pasó lo mismo, pero duplicado, con un alza de 29.5 por ciento el año pasado y el mayor nivel de toda la historia.

El potencial de crecimiento que tiene México se expresa en ese desempeño.

Si acaso se pudieran articular rápidamente los cambios institucionales que permitieran contagiar el crecimiento exportador hacia el conjunto de la economía, seguramente nos sorprenderíamos del despegue que podríamos concretar.

Pero, lamentablemente, una combinación de circunstancias caracterizada por una clase política a la que le han quedado muy grandes los desafíos y la crisis de la seguridad que vivimos ha impedido hacer realidad ese potencial.

Un segmento de México ha tenido ritmos "asiáticos" de crecimiento en los últimos 20 años. Las exportaciones manufactureras han aumentado 17.6 veces de 1990 al año pasado, un ritmo de 14.3 por ciento anual.

Todavía estamos en capacidad de articular cadenas productivas alrededor de este crecimiento, con miles de medianas empresas que se conviertan en exportadoras indirectas y que sean el pilar de la formación de ese robusto mercado interno que todos concordamos que se necesita.

Quizás estos años que vienen sean nuestra última oportunidad antes de que perdamos el vuelo del crecimiento exportador y entonces sí no tengamos ya ningún motor que empuje a la economía.

enrique.quintana@reforma.com