El índice de confianza de los analistas del sector privado está 2.7 por ciento por arriba del que teníamos un año atrás.

El índice de confianza del productor es 10 puntos superior al de enero del año pasado.

El índice de precios y cotizaciones de la Bolsa Mexicana de Valores está 20 por ciento por encima del nivel que tenía exactamente hace un año.

El riesgo-país de México anda en 120 puntos base, contra los 165 puntos de hace un año.

Pero el optimismo no es sólo de México. Al menos el que se refleja en los precios de las acciones.

El índice Dow Jones creció en los últimos 12 meses en 21.5 por ciento.

El Global Dow, que tiende a reflejar el ánimo más general de los inversionistas, también creció fuerte y lo hizo en 18.4 por ciento.

Claro que en materia de mercados financieros, hay días que no son buenos, pero no cambian la tendencia alcista dominante.

Si la economía fuera plenamente predecible y las percepciones que miden los índices de confianza y que se reflejan en los mercados financieros fueran correctas, tendríamos una etapa de auge abierta frente a nosotros.

De hecho, se sigue revisando al alza la expectativa de crecimiento. La semana pasada lo hizo Banco de México y estimó que para el 2010 la cifra será de 5.4 por ciento (el dato oficial lo va a dar a conocer el Inegi el 21 de febrero).

Y para este 2011, el banco central ya la estima en 3.8 y hasta 4.8 por ciento.

Lástima que la economía no marcha linealmente, sino a través de fluctuaciones y factores inesperados.

¿Quién había pensado hace un mes que las heladas en el norte de la República podrían ser un factor que incidiera de manera importante sobre la producción de maíz y algunas hortalizas?

Por ejemplo, en los resultados del 2010 se equivocaron hasta los optimistas. El consenso entre los economistas del sector privado, al comenzar el año pasado, era de un crecimiento de 3.3 por ciento. Si resulta correcta la previsión de Banxico, el error habría sido de un punto porcentual, equivalente a 63 por ciento. Hasta los optimistas de hace un año resultaron pesimistas frente al resultado.

Con esto quiero subrayar la impredecibilidad de la economía. El resultado hoy fue muy superior al previsto, pero nadie puede asegurar que no resulte lo opuesto en el futuro inmediato.

Los seres humanos buscamos simplificar los fenómenos complejos y en circunstancias tan cambiantes como las que existen, con frecuencia erramos.

La auditoría independiente que se hizo al FMI, y que le comenté el viernes pasado, muestra que, con frecuencia, las instituciones tienden a cerrar los ojos a los malos signos, aunque éstos ya estén presentes.

No hay que darle la espalda al optimismo económico, hay buenas bases para pensar que seguirá el buen desempeño de la economía, por lo menos en lo inmediato.

Pero hay que estar conscientes de que, como el clima, los vientos favorables pueden cambiar de rumbo porque se ven nubes bien cargadas en el horizonte, sobre todo la eternamente pospuesta salida a los problemas fiscales de las economías avanzadas.

Hay que mantener los pies sobre el piso.

enrique.quintana@reforma.com