Homenaje acaso involuntario a Cantinflas, es de antología el artilugio por el cual la administración larrazabalista de Monterrey no sancionará a la compañía cervecera que contra el reglamento, fuera del horario establecido, vendió en el estadio Tecnológico un tipo de cerveza que para fines mercadotécnicos se vocea con “cero” alcohol, si bien la letra chiquita del envase hace saber que contiene 0.5 grados en la escala Gay Lussac. Una cerveza que ni en sus mismos expendios los productores se atreven a comercializar en horarios en los que está prohibida la venta de bebidas embriagantes.

Días antes el munícipe Larrazábal se arrojaba pendiente abajo envuelto en la heroica bandera del deber cumplido, aún a costa —decía— del deterioro de su imagen. “No se permitirá la venta de cerveza fuera de horario”, machacaba así “cerveza” en genérico y todavía sin graduaciones, con una convicción que ya quisiera oírle Monterrey en materias como la corrupción en sus filas policiacas.

Cuarenta y ocho horas después reveló el as bajo la manga: no sabemos si es alcohol lo que se vendió en el estadio porque el ayuntamiento no es autoridad facultada para determinarlo. Y remitió a que alguna autoridad federal fuera la que lo determinara. Desde luego ninguna dependencia se expondrá al ridículo de hacer evidente lo que ya es obvio: la cerveza Sol cero según lo impreso en el envase contiene 0.5 grados de alcohol. Si una o varias embriagan o no a un consumidor, para efectos de la normatividad es irrelevante y casuístico. Contiene alcohol, punto.

De seguir el supino argumento hasta sus últimas consecuencias, la alcaldía de Monterrey tal vez debería en consecuencia derogar toda su reglamentación alcoholífera bajo la premisa falaz de que ya que no está dentro de sus atribuciones conocer qué porcentaje de alcohol hace embriagante a una bebida, no puede sancionar a quien la consuma o la venda. Adiós de un plumazo a toda la normatividad aplicable en Monterrey, antialcohólica o no.