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¡Y si prohibiéramos el alcohol!
10/11/2010
David Herrerías Guerra
El 6 de noviembre pasado, un comité científico independiente sobre drogas, más dos especialistas invitados, se reunieron en Londres para analizar 20 sustancias, de forma que permitieran conocer de manera más objetiva su peligrosidad.

En un taller de un día, llegaron a acuerdos siguiendo 16 criterios agrupados inicialmente en dos grupos: el daño que la droga ocasiona a quien la usa (9 criterios) y el daño que esto ocasiona en su entorno 7 criterios).

Entre los parámetros para medir el daño que ocasiona la droga a quien la usa, se utilizaron criterios físicos (mortalidad específica de la droga, mortalidad asociada a la droga, daños específicos de la droga y daños relacionados con la droga), criterios psicológicos ( dependencia, daños específicos o directos de la droga a las funciones mentales, y daños asociados con la droga en las funciones mentales) y criterios sociales (pérdidas de cosas tangibles y pérdida de relaciones humanas). Entre los criterios para medir el daño a los demás, se consideraron el daño psicológico y físico, el crimen, el daño al medio ambiente, las adversidades familiares (ruptura de pareja, dificultades laborales, económicas), el daño internacional, los costos económicos, y los daños a la comunidad (reputación social, daños a la convivialidad).

Las veinte drogas analizadas van desde el tabaco hasta el crack y las metanfetaminas, pasando desde luego por los hongos y la marihuana. Según las conclusiones del estudio, las drogas más dañinas para los usuarios son la heroína (34 puntos), el crack (37), las metanfetaminas (32), y el alcohol (26). La drogas más dañinas para las personas que están cercanas al consumidor, son el alcohol (46), el crack (17), y la heroína (21). Cuando se consideran las dos partes juntas, el alcohol gana fácilmente con 72 puntos, con buen margen por encima de la heroína (55) y el crack (54). Más del doble que las metanfetaminas (33), la cocaína (27) y el tabaco (26).

Más del triple de las anfetaminas y la marihuana. Al final de la lista están el LSD y la Buprenorfina (7) y los ecológicos hongos (6).

Hay que decir que todas las drogas hacen daño a las personas que las consumen. Pero es claro que el alcohol tiene un lugar privilegiado.

Más de la mitad (54%) de las muertes por accidentes de tránsito en México, según datos de

la Secretaría de Salud, ocurren entre jueves, viernes y sábado y están relacionadas con el alcohol. 27 mil mexicanos mueren cada año por accidentes de tránsito y la mayoría se debe a que se encontraban bajo los efectos del alcohol: 46 muertes diarias, de las cuales, 15 son peatones inocentes atropellados por un automovilista alcoholizado.

Estudios de la misma Secretaría señalan que existen 3.5 millones de mexicanos que padecen alcoholismo.

La Organización Panamericana de la Salud en México, afirmaba en el 2002, que en ese año, 2.3 millones de personas habían fallecido prematuramente, directa o indirectamente, por el alcohol y que en toda América Latina cada año fallecen más de 70 mil jóvenes entre 15 y 29 años por causas atribuidas al alcohol, debido a que es la droga preferida en menores de 25 años. ? Frente a toda esta información, y si nos ceñimos a la lógica que predomina en nuestras sociedades nos podemos preguntar: ¿y si prohibiéramos el alcohol? Los resultados los veríamos muy pronto. Habría que cerrar varias industrias que dejarían de pagar impuestos, pero estaríamos salvando a nuestros jóvenes. Las empresas sería sustituidas pronto por creativas organizaciones que empezarían a producir cerveza, tequila y ron en fábricas clandestinas. Las hermosas plantaciones de agave azul que tapizan las lomas jalicienses tendrían que ser quemadas y dedicadas a cultivos permitidos por la ley. Una buena parte de nuestros impuestos habría que destinarla a una nueva burocracia judicial y fiscalías especializadas en la lucha contra el tráfico y producción de alcohol. Pronto la botella de tequila, muy probablemente adulterado y de mala calidad costaría arriba de los tres o cinco mil pesos. Probablemente reduciríamos el consumo en la calle de alcohol y sería muy mal visto que en las cenas navideñas circularan las botellas malditas; reduciríamos los accidentes de tránsito. Pero la lucha contra las bandas de Al Capone empezarían a costar más vidas, quizás hasta llegar a las ¿500? ¿700? mensuales. Las exageradas ganancias permitidas por el costo inusitado de las vinos y licores darían un poder económico a los gansters que se traduciría en un trasiego de armas cada vez mayor desde nuestro vecino del norte y una capacidad de captación y corrupción de las autoridades en todos los niveles.

Cuando empezáramos a dudar sobre la si prohibir el alcohol y convertir un problema de salud pública en uno militar era la mejor idea, sería demasiado tarde, porque las organizaciones crecidas al amparo de la prohibición ya habrían diversificado sus fuentes de ganancia y corrompido todo el tejido social.

Es claro que en estos momentos la legalización y control de la producción, distribución y consumo de algunas drogas no acabaría con todo el crimen organizado, pero no cabe duda que es una pieza del rompecabezas que habría que poner a discusión en serio.

Fuente: Milenio    
Categoría: INVESTIGACIONES    





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