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Juegos de poder Impuestos y política
24/10/2010
Leo Zuckermann
¿Por qué México no puede hacer una reforma fiscal amplia y profunda? ¿Por qué estamos condenados, desde hace varias décadas, a legislar parches tributarios para salir del paso? El tema es viejo.

No voy a remontarme al siglo XIX para hablar de un problema endémico de México: la baja recaudación tributaria. Tan sólo voy a retroceder 50 años atrás cuando el país vivía los gloriosos años del desarrollo estabilizador. Desde entonces, el Presidente Adolfo López Mateos estaba preocupado por este asunto. Instruyó al secretario de Hacienda que encontrara una solución a la baja recaudación.Antonio Ortiz Mena contrató a Nicholas Kaldor para que hiciera una propuesta de reforma fiscal. El prestigiado economista de la Universidad de Cambridge era un experto en la materia; ya había asesorado en el tema tributario, con mucho éxito, a países en vías de desarrollo como la India y Sri Lanka.

Kaldor llegó a México en julio de 1960. Aquí estuvo varias semanas acompañado de Víctor L. Urquidi, quien luego sería presidente de El Colegio de México. Años después tuve el privilegio de estudiar con Urquidi. Un día nos contó la fallida experiencia del profesor inglés en tierras aztecas.Después de trabajar tres meses presentó su propuesta de reforma que, simple y sencillamente, le chocó a Ortiz Mena. Así lo recordaba el entonces secretario de Hacienda: “Me sentí consternado. Y no por problemas de consistencia técnica, sino por la radicalidad extrema de las propuestas ahí contenidas. En su proyecto Kaldor no sólo recomendaba para fines tributarios la acumulación de la totalidad de los ingresos de personas y empresas, sino, incluso, gravar la propiedad y el patrimonio de los causantes. Inmediatamente fue obvio para mí que aquello era inaplicable en México, dadas las circunstancias generales del país y la coyuntura histórica que se vivía”.¿Cuál era la coyuntura? Nada menos que la Revolución Cubana que tenía a todo el Continente Americano nerviosísimo, particularmente a los Estados Unidos, país que temía que el proceso revolucionario se diseminara a otras naciones latinoamericanas. En 1960 los ánimos estaban muy caldeados. Para la izquierda, cualquier intento de una reforma fiscal amplia y profunda era un distractor de la burguesía contra los intereses del pueblo. Para la derecha, en cambio, esta misma reforma era un primer paso hacia el abismo comunista.En palabras de Ortiz Mena: “La forma en que la izquierda hace su demagogia es muy conocida; la de la derecha lo es mucho

menos y puede ser más dañina, pues es sutil. Los resultados suelen ser terribles en razón de que el vehículo para su diseminación es el rumor. Así fue como en aquella coyuntura se empezó a difundir la conseja de que México derivaba hacia el comunismo y que la reforma fiscal que proponía el gobierno de López Mateos sería uno de los preámbulos en dicho proceso”.La sola idea de una reforma fiscal desencadenó muchas presiones políticas, nacionales y extranjeras. No es gratuito, entonces, que el Gobierno Mexicano archivara la reforma “radical” de Kaldor en un cajón (el economista británico luego la haría pública, contra lo que establecía su contrato lo cual enfureció a Ortiz Mena).El secretario de Hacienda, con el consentimiento del Presidente López Mateos, optó por una estrategia diferente. De acuerdo a Ortiz Mena: “Toda vez que el ambiente político impedía que nos pudiésemos ir a fondo en una reforma exhaustiva, no hubiera tenido caso dar la pelea en esa forma. Así, en una primera etapa se buscaría tan sólo la incorporación en la ley del principio de la acumulación de ingresos y la gravación progresiva de los mismos. Una vez logrado esto, posteriormente podría avanzarse —como efectivamente ocurrió— hacia la expedición de una nueva ley tributaria”.Aquí estamos hablando de lo sucedido hace medio siglo en plena época del autoritarismo mexicano cuando los presidentes de México supuestamente gozaban de un gran poder. El hecho es que, ni en ese entonces, el Gobierno pudo realizar una reforma fiscal amplia y profunda. Los intereses políticos y económicos la pararon. Imagine usted hacer ahora una reforma tributaria en estas épocas democráticas donde los presidentes ni siquiera tienen mayoría en el Congreso. Ni pensarlo.Después del desarrollo estabilizador, el Gobierno Mexicano tuvo la fortuna de descubrir mucho petróleo, lo cual le permitió soslayar, una vez más, el tema de la baja recaudación fiscal. Desde los años 70’s, la renta petrolera financió gran parte del gasto público. Pero hoy el petróleo se está terminando. Y esto inevitablemente pondrá sobre la mesa la necesidad de una reforma fiscal amplia y profunda. Reforma que seguramente fracasará por los distintos intereses económicos y políticos que se movilizarán en su contra.

La izquierda, como siempre, la considerará insuficiente. La derecha, también como siempre, amenazará con el retiro de los capitales. Y, al final, como hizo López Mateos en los 60’s, o Felipe Calderón en esta década, lo único que habrá son parches para salir del paso heredándole al siguiente gobierno un sistema tributario fallido que sólo recauda once puntos del Producto Interno Bruto, uno de los peores del mundo.

Fuente: Tribuna de Campeche    
Categoría: FISCAL    





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