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Impuestos Especiales.
30/10/2009
Arturo Damm
La acción del gobierno debe ser lo más neutral posible, sobre todo en lo que toca a los impuestos, lo cual se logra con el impuesto único (ni uno más), homogéneo (la misma tasa en todos los casos), universal (son ninguna excepción), no expoliatorio (para que su cobro no degenere en un robo con todas las de la ley), al consumo (no al ingreso, no al patrimonio), impuesto que cumple con las características que, por lo general, se le atribuyen a un buen sistema tributario: la equidad (todos pagan, porcentualmente, la misma tasa) y la proporcionalidad (quien consume más tributa, peso sobre peso, más), razón por la cual el sistema tributario mexicano debería moverse en esa dirección.

Desgraciadamente se está moviendo en la dirección contraria.

Buen ejemplo del engendro tributario lo tenemos en los llamados impuestos especiales, que sintetizan lo peor de dos mundos: el de los impuestos (que en el mejor de los casos son un mal necesario: obligar al contribuyente a entregar parte del producto de su trabajo), y el en el ensañamiento recaudatorio (contra aquellos

a quienes se les grava de manera especial, lo cual no pasa de ser una discriminación recaudatoria), ensañarse que, nos lo dice el

diccionario, consiste en "deleitarse en causar el mayor daño y dolor posibles a quien ya no está en condiciones de defenderse", tal y como sucede con los contribuyentes en este país, tan alejado de la sensatez económica y tan cerca de la voracidad del recaudador, del ensañamiento recaudatorio, del cobro de

impuestos convertido en expoliación legal, en robo con todas las de la ley.

En México se cobran impuestos especiales (los IEPS: Impuesto Especial sobre Producción y Servicios) a gasolinas y diesel

para combustión automotriz; a bebidas alcohólicas, cervezas y bebidas refrescantes; a tabacos labrados; a juegos y sorteos,

productores y consumidores de tales bienes y servicios que son objeto de discriminación recaudatoria, es decir, que están

sujetos a un trato especial, ¡en muchos casos confiscatorio (por ejemplo: el IEPS de 160 por ciento a los tabacos labrados, o

el de 50 por ciento a las bebidas alcohólicas), todo lo cual atenta contra la equidad y proporcionalidad que deberían ser

características del cobro de impuestos en México, tal y como lo señala la Constitución, en cuyo artículo 31 leemos que es

obligación de los mexicanos "contribuir para los gastos públicos, así de la Federación, como del Distrito Federal o del estado

y municipio en el que residan, de la manera proporcional y equitativa que dispongan las leyes". El mero concepto impuesto

especial es contrario a la idea de proporcionalidad y equidad. ¿Será que todos esos IEPS son anticonstitucionales? Y si lo

son, ¿no deberían eliminarse?

Pues no: no solamente no se pretende eliminarnos, sino que, tal y como lo propuso Hacienda, y tal y como lo dispusieron los

diputados, se pretende multiplicarlos al introducir un nuevo IEPS, del tres por ciento, a las telecomunicaciones, mismo que

los senadores deben rechazar, eliminando, de paso, todos los otros impuestos especiales.

Fuente: La Crónica    
Categoría: FISCAL    





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