Condición indispensable para enfrentar el reto es dejar de pensar que la reforma deseable es aquella que logra recaudar sin afectar intereses de todos los sectores. De poco sirve cuestionar si primero se debe definir el tamaño del gobierno y luego los elementos que generen los recursos para que opere. Se debe plantear como un proceso que tome en cuenta la realidad actual y que se ajuste paulatinamente conforme varíen nuestras necesidades, desde las de subsistencia hasta las deseables de seguridad social integral.

Importa recordar que en administración se insiste en que los cambios trascendentes deben ser integrales pero “simples” para facilitar su comprensión. Por ello mi escenario deseable es “simplificar el régimen tributario”. La simplificación tributaria ha sido “el objetivo” a lograr por las distintas administraciones y congresos de los últimos 30 años y, no obstante, cada año está más lejana de la realidad.

Por ello, habrá que analizar el paradigma de si los impuestos bajo el enfoque tradicional cumplen los objetivos de gravar “equitativamente a todos los contribuyentes y con mayor intensidad a quienes mayores recursos tienen”, y reflexionar si ese objetivo complejo es realizable cuando el sistema tributario no es accesible a la mayoría de la población por su bajo nivel de escolaridad o falta de infraestructura de comunicaciones.

En lo personal creo que tampoco se logra esa deseable equidad cuando al sistema recaudatorio se le incorporan elementos que le son ajenos y, en consecuencia, quedan “mal conceptualizados” y provocan graves distorsiones. Un ejemplo se da al evaluar el efecto real de la tasa 0% en medicamentos, toda vez que los beneficiados son quienes los consumen, generalmente individuos con mayor capacidad adquisitiva y, por contra, el que se deje de obtener esa recaudación dificulta abastecerlos en las instituciones públicas que debían proporcionarlos gratuitamente a los sectores vulnerables.

Por ello mi propuesta es romper el paradigma con un esquema sencillo que pueda entenderse y cumplirse hoy en nuestro país. Cierto que se pierden aspectos de equidad fina que considero un costo justificable.

La propuesta, al fin producto de un ideal, se podría lograr con esta combinación:

Impuesto al consumo (IVA) con tasa inferior a la actual, sin excepciones ni tasas diferenciales, salvo en el caso de exportación. Esto permite incorporar a todos los contribuyentes y cruzar la información con el ISR.

Impuesto a las ganancias empresariales y a los ingresos de las personas (ISR), con tasas por debajo de 20% y con menos deducciones, ya que éstas en buena medida causan complicaciones. Se debe mantener como objeto del ISR gravar la “renta”, por ser el modelo que aplican nuestros principales socios comerciales. La base para causar el IVA y el ISR debe ser el flujo de efectivo, para evitar diferencias entre estos gravámenes.

Ajustar y hacer más simples y claras las reglas de cumplimiento de obligaciones, como complemento indispensable del trabajo legislativo.

La operación combinada de estos impuestos es la mejor fórmula para generar niveles de recaudación adecuados para proporcionar a la población los servicios que requiere, y la disminución de tasas no implica pérdida recaudatoria porque induce un menor interés para evitar el pago de impuestos. El IVA en medicamentos del ejemplo no afectará a los sectores de bajos ingresos, si se les compensa el impacto destinando parte de los ingresos adicionales recaudados, a subsidios y programas, direccionados vía presupuesto de egresos, al apoyo de instituciones y familias, de manera más eficiente que con desgravación en la ley, porque esta beneficia también a individuos que no calificarían para el apoyo.

En mi opinión estos instrumentos deben modificarse para iniciar un círculo virtuoso con un mayor nivel de recaudación y de cumplimiento de obligaciones de los ciudadanos, quienes recibirían a cambio mejores servicios y calidad de vida, y, muy importante, conciencia para exigir sus derechos, rompiendo el estancamiento que tanto daño nos ha causado.