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Cómo bebe México y cuánto gasta contra el alcoholismo.
20/07/2012
Melody López Plazola
El alcoholismo es un problema de salud pública. La Organización Mundial de la Salud (OMS), la Comisión Nacional contra las Adicciones (Conadic) e iniciativas de empresarios, como Fundación de Investigaciones Sociales (FISAC), entre otras, realizan esfuerzos para promover la salud y prevenir el abuso de la bebida.

El 24% de la población en México, alrededor de 27 millones de personas, consumen alcohol en grandes cantidades, 5 millones más que en 2002. Combatir esta adicción le cuesta millones de pesos a familias, empresas y gobierno.

Lulú inició a consumir bebidas alcohólicas desde muy temprana edad, a los 7 años. Esto marcó su vida para siempre, pues, además de vivir el alcoholismo de su padre, el de sus parejas y el propio, sus hijas sufrieron el de ella.

Todos los que abusan de la bebida pagan un costo, pero el costo no es sólo para ellos o la gente que tienen alrededor: el alcoholismo nos cuesta a todos.

Se calcula que las autoridades de salud gastan al año más de 12,000 millones de pesos en atender este tipo de casos, según cifras de la Secretaría de Salud (SSA). El año pasado, el IMSS reportó casi 1,000 casos de intoxicación etílica por semana, pero como muchos de ellos son descritos como una deshidratación, es difícil apegarse a una estadística más certera.

También podríamos tomar en cuenta la inversión que algunas familias realizan en tratamientos médicos de hasta 260,000 pesos, los cuales son abandonados varias veces por el paciente, en la mayoría de los casos, antes de lograr resultados efectivos.

El alcoholismo es un problema de salud pública. La Organización Mundial de la Salud (OMS), la Comisión Nacional contra las Adicciones (Conadic) e iniciativas de empresarios, como Fundación de Investigaciones Sociales (FISAC), entre otras, realizan esfuerzos para promover la salud y prevenir el abuso de la bebida.

El asunto es que las cifras se siguen incrementando. Alrededor de 27 millones de personas de entre 12 y 65 años de edad consumen alcohol en grandes cantidades. Las medidas de prevención parecen no tener la influencia pertinente, sobre todo en los jóvenes, para disminuir el porcentaje de la población que se sigue sumando a estos números.

Y cómo evitarlo, si es la única manera que conocemos para celebrar cualquier cosa, ya sea por el partido de futbol, el cumpleaños de la abuelita, algún evento cívico o porque es mitad de semana y ya casi llega el viernes o porque ya llegó el viernes...

Clara u oscura

Pero, ¿en qué momento se considera adicción? Cuando la necesidad de beber se hace insistente o cuando se excede de 7 copas con gran rapidez, por ocasión, explica José de Jesús González Núñez, presidente del Instituto de Investigación en Psicología Clínica y Social, A C (IIPCS).

Pueden ser diversos los motivos para elegir una bebida sobre otra. Hoy en día, tanto en hombres como en mujeres, el grupo generacional que muestra los niveles más altos de consumo es el de 18 a 29 años, niveles que disminuyen conforme aumenta la edad, según datos de la última Encuesta Nacional de Adicciones (ENA).

En México, la cerveza es el extracto preferido de la población. Le siguen los destilados y, en menor medida, el vino de mesa y las bebidas preparadas.

Pero ¿por qué se adopta una bebida predilecta? Algunos responderían que depende del gusto, para otros depende del costo. Sin embargo, el papel de la mercadotecnia también podría ser fundamental. ¿Eres lo que bebes?

Los seres humanos somos muy sugestionables cuando recibimos la misma orden al menos 4 veces, explica González Núñez. El cerebro lo asimila, lo mismo que sucede en el caso de los comerciales por radio o televisión, en los que se repite una y otra vez la invitación a consumir bebidas alcohólicas.

Esto, además del ‘prestigio’ que ofrece beber cierto producto en particular, pues las personas, sobre todo los jóvenes, se sienten atraídos por la imagen que proyecta una marca y, en muchos casos, la consumen para pertenecer a ese grupo, agrega el especialista.

Aunque me lleven al Torito

Hay un sinfín de motivaciones que encuentran los jóvenes y no tan jóvenes para no detenerse en este abuso. Lulú bebía por las mañanas, antes de ir al trabajo, al regresar por la tarde y en la noche hasta quedarse dormida. Los únicos momentos en que suspendió este hábito fueron en sus embarazos.

Los impulsos que la hacían abusar del alcohol fueron diferentes en cada momento. Sin embargo, la tristeza de concebirse abandonada y de no tener el amor de sus padres fueron constantes. Su papá padecía un alcoholismo no crónico, pero sí muy fuerte. “Mientras él bebía, mamá andaba detrás de él, ¿y los hijos? Pues, bien, gracias”, recuerda Lulú.

Según la experiencia de Lulú, quien ahora se dedica a ayudar a su comunidad en el grupo de autoayuda de la Asociación Civil Central Mexicana de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos (AA), después de 20 años de luchar contra el alcoholismo y otras adicciones, puede decir que el uso y abuso de alcohol se da por muchos factores.

Además de las celebraciones y fiestas que se relacionan al abuso del alcohol, en la mayoría de los casos, el alcoholismo también se asocia con problemas emotivos, depresión o sentimiento de abandono y soledad. Además, los metabolismos podrían tener un papel importante en el abuso de la bebida, dice González Núñez, del IIPCS.

Lo relevante es que las cifras de personas que abusan del alcohol se siguen incrementando y, por obvias razones, también la inversión para tratarlo. De 22.2 millones de personas que se habían registrado en 2002, las últimas cifras de la ENA suman a 5 millones más. Y lo más grave es que las estadísticas incluyen a personas cada vez más jóvenes. Es un costo que pagamos todos, bebamos o no.

Fuente: El Financiero    
Categoría: CIVYL Y FISAC    





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