Una caguama fue el inicio de su adicción a los 13 años. Ahora de 30, David es miembro de un grupo de autoayuda de la Asociación Civil Central Mexicana de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos (AA), quien cuenta su historia. Él forma parte de las estadísticas de jóvenes que inician el consumo de alcohol en la adolescencia, entre los 12 y los 18 años de edad.

En el Distrito Federal se estima que uno de cada cuatro personas consume alcohol, mientras que 23.3% de estudiantes lo ha bebido de forma inadecuada, informó Rafael Camacho Solís, director del Instituto para la Atención y Prevención de las Adicciones en la Ciudad de México (IAPA).

David define su infancia como “llena de tristeza, soledad y rechazo hacia la vida, con frustraciones y complejos”, sentimientos que desaparecieron, aparentemente, al iniciarse en el camino del alcoholismo.

“Ingresé a la prepa muy chico, a los 13 años, ¿la razón?, mi coeficiente intelectual era alto y estaba varios años adelante. Cuando sentí un poco de libertad empecé a beber. El alcohol fue mi medicina para la vida, me dio seguridad, felicidad y pertenencia a un grupo”, cuenta.

Primero fue una caguama cada fin de semana, luego dos, y así hasta llegar a borracheras sábado y domingo, hasta que se incrementó la dosis. “Cada vez necesitaba más. Consumía entre semana. Me salía de clases y del trabajo o metía cerveza”.

Delirios, convulsiones, sangrados por el tubo digestivo, estar internado en un “anexo” y hasta un intento de suicidio fueron las razones que, dice David, “me hicieron tocar fondo”.

A través de un folleto de la AA, recuperó su vida, su autoestima y a su familia. El IAPA firmó un convenio de colaboración con AA para fomentar la prevención y atención del alcoholismo en la ciudad de México.

La función de los doble AA no es brindar ningún tipo de servicio médico o de albergue, sino el de dar pláticas informativas y de ayuda mutua.