Torreón, Coahuila.- No son pocas las voces que en numerosas ocasiones han argumentado en torno a la ineficacia de que exista la denominada “ley seca”, pues limitar la venta de bebidas alcohólicas a determinados horarios no se ha traducido automáticamente en la disminución de los accidentes y delitos cometidos bajo el influjo del alcohol.

Por el contrario, la prohibición de vender alcohol después de las 10:30 de la noche, de lunes a sábado, y durante todo el domingo, ha dado lugar al surgimiento de cientos de puntos de venta clandestinos que, a últimas fechas, incluso funcionan al amparo de la delincuencia organizada.

En otras palabras, lo único que se ha logrado sin lugar a dudas con el establecimiento de un horario restringido para la venta de bebidas alcohólicas, ha sido engendrar un foco de corrupción y un motivo más de riesgo para la población civil.

Por ello no se puede menos que festejar que entre los acuerdos adoptados por el Consejo Estatal de Seguridad haya sido la modificación, a partir del próximo mes de febrero, del horario para la venta de bebidas alcohólicas que elimina, al menos parcialmente, la denominada “ley seca”.

Y no se trata de festinar, por supuesto, la posibilidad de que la ingesta de bebidas embriagantes pueda realizarse con mayor libertad, ni de plantear que a partir de la adopción de esta medida se haya abierto la puerta al libertinaje absoluto.

Porque así como se ha dicho que prohibir la venta de alcohol no se ha traducido en una sociedad más segura, también debe decirse que el alcoholismo es un problema de salud pública que debe combatirse.

De lo que se trata es de señalar que la forma correcta de inhibir el consumo inmoderado de alcohol y, en consecuencia, de evitar los problemas de salud y de seguridad que éste acarrea, no es restringiendo la venta de aquel, sino instrumentando medidas que generen conciencia sobre los riesgos.

En el momento actual, por otro lado, es de celebrarse que con una medida tan simple como ampliar el horario legal de venta de alcohol se le arrebate a la delincuencia organizada uno de los mecanismos que había venido utilizando para ejercer control sobre la sociedad.

No habrá que perder de vista, por supuesto, que esta medida por sí sola no resolverá el problema representado por la irresponsabilidad de quien se pone tras el volante de un auto pese a encontrarse en estado de ebriedad, ni las presiones que sobre el presupuesto de salud ejerce el tratamiento de los padecimientos asociados al alcoholismo.

Se trata de problemas que deben ser atendidos, sin duda, pero que deben atenderse con medidas eficaces, racionales y cuyos resultados, como se ha acordado ahora, sean objeto de medición y evaluación permanente.