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COORDENADAS Abiertos al mundo
14/01/2010
Enrique Quintana
¿Qué es mejor? ¿Mantenerse como cabeza de un grupo empresarial nacional o como parte de un gigante mundial?

La pregunta no es trivial y decenas de empresarios se la han hecho en el curso de los últimos años.

Esta semana hubo una respuesta práctica en el caso de Femsa, que en su división cerveza optó por integrarse a Heineken, uno de los gigantes en el mundo en esta industria.

Otras compañías no han tenido que hacerlo o no han querido. Pero, sin duda, el tema está sobre la mesa en casi todos los sectores de la economía.

Lo irreversible de la globalización nos es recordado por este tipo de operaciones, pero también por el efecto contagioso de la crisis o... incluso de la recuperación.

Hay muchos que hubieran preferido que tuviéramos una economía que no estuviera tan sujeta a los vaivenes del mundo.

Pero una cosa son los deseos y otra las realidades.

Al menos desde que se suscribió el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica se estableció una senda que no se ha desandado.

Le comento un par de cifras que ya parecen de la prehistoria, sólo para hacer memoria.

El volumen del comercio exterior de México (exportaciones más importaciones) en 1993 ascendió a 117 mil millones de dólares, lo que representaba el 26.5 por ciento del valor del PIB.

En el 2008, el monto llegó a 600 mil millones de dólares. Esto significa un crecimiento de 412 por ciento en el lapso de 15 años. La tasa media anual en dólares fue de 11.5 por ciento.

Si así hubiera crecido toda la economía, la historia del País sería otra. Lo malo es que el crecimiento promedio fue apenas de 2.8 por ciento.

Como resultado de lo anterior, la proporción en el PIB del comercio internacional llegó al 55 por ciento, más del doble de lo que tuvimos hace tres lustros.

Veamos otra variable: la inversión extranjera directa.

En 1993 ascendió a 4 mil 900 millones de dólares. En el 2008, con todo y comenzar a resentir los efectos de la crisis, alcanzó los 22 mil 500 millones de dólares. En este caso, el crecimiento es de 359 por ciento, "sólo" 8 por ciento al año.

Con frecuencia vemos cómo México se ha quedado rezagado respecto al mundo y cómo tiene tasas de crecimiento que lo colocan de media tabla para abajo cuando lo comparamos con naciones que han logrado un desempeño exitoso.

Pero si lo que pasó con el comercio exterior y la inversión foránea se hubiera generalizado, tendríamos un "milagro mexicano", como en los años 60.

Nuestro gran fracaso como país ha sido nuestra incapacidad para generalizar el desempeño exitoso de diversos sectores y empresas a toda la economía y a toda la población.

Nos hemos quedado a la mitad del río, como un país que tiró hacia la globalización, con sectores con un desempeño sobresaliente y al mismo tiempo se quedó atorado en las visiones tradicionales, que lo anclaron al pasado.

Ha habido empresas que han quedado en manos de extranjeros porque literalmente quebraron. El caso de Femsa esta semana es quizás uno de los esquemas más afortunados para entrar a las Ligas Mayores.

Ojalá que eso represente, a la larga, una palanca para generar empleo e inversión en México y no para extraer utilidades que vayan a las capitales financieras del mundo, como sucedió el año pasado con algunos bancos.

enrique.quintana@reforma.com

Fuente: Reforma    
Categoría: INDICADORES ECONOMICOS Y PROSPECTIVA    





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