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Última actualización [17/12/2006]



El Alcohol, ¿causante o protector frente a la demencia?




Menecier, P.

ESPAÑA
La relación entre alcohol y demencia se resume, en ocasiones, aludiendo a un supuesto efecto protector del consumo. Sin embargo, la relación entre éstos y la pérdida de las funciones cognitivas es mucho más compleja y quizá menos favorable

La relación entre alcohol y demencia se resume, en ocasiones, aludiendo a un supuesto efecto protector del consumo. Sin embargo, la relación entre el consumo de alcohol y la pérdida de las funciones cognitivas es generalmente mucho más compleja y quizá menos favorable.

Tanto entre las personas que padecen los primeros signos de demencia, como entre quienes se encuentran en estadios más avanzados de la enfermedad, los perjuicios y beneficios del consumo de alcohol deben ser cuidadosamente valorados. Ya sea en el domicilio o en una institución, en el entorno familiar o profesional, existen múltiples factores que pueden afectar la relación entre demencia y consumo de alcohol.

Partiendo de una revisión de la evidencia existente actualmente sobre el papel del alcohol como factor protector o de riesgo en el desarrollo de la demencia, los autores de este artículo consideran los efectos que tiene el consumo de alcohol en una persona que sufre pérdida cognitiva y cómo habría que abordar la atención de una persona con demencia que presenta además problemas de alcohol. Según los autores, esta reflexión permite considerar múltiples facetas de la relación alcohol-demencia, sin pretensión de exhaustividad, evidentemente, pero tratando de superar la simple hipótesis de causalidad o de protección.

En primer lugar, los estudios sobre el papel del alcohol como factor de riesgo para la demencia ponen de manifiesto que el consumo de alcohol es la primera causa de alteraciones cognitivas en las personas menores de 60 años y, si bien las causas degenerativas y vasculares prevalecen entre los mayores de esa edad, el alcohol continúa siendo la primera entre las causas tóxicas.

Un estudio llevado a cabo en los EE.UU., por ejemplo, encontró que, entre los 192 ocupantes de una residencia de ancianos, 16 presentaban demencias ligadas al consumo de alcohol.

Si bien el diagnóstico diferencial resulta en ocasiones difícil, debido a la similitud entre los síntomas de las demencias alcohólicas y el resto de los cuadros de demencia, la probable reversibilidad de los daños debidos al alcohol hace que sea especialmente importante poder distinguir unas de otros. La posibilidad de que las demencias alcohólicas se puedan recuperar permite huir de la noción de "incurabilidad" y del derrotismo que conlleva. La posibilidad de mejora está condicionada por los cuidados específicos que se apliquen y, sobre todo, por un reconocimiento -por parte de los pacientes, pero también de los profesionales y del entorno- de los beneficios de no volver a beber.

Por lo que al efecto protector del consumo moderado de alcohol se refiere, los autores recuerdan, en primer lugar, que si bien en los últimos años se ha escrito mucho sobre este tema, en ningún caso se ha llegado a recomendar el consumo . Por otra parte, el llamado efecto protector sigue un patrón en "u", lo que significa que una vez superada una cantidad diaria determinada de alcohol los efectos beneficiosos desaparecen y los perjudiciales pasan a primer plano .

Existen, por el momento, dos hipótesis que avalan este efecto protector del consumo moderado de alcohol:

Una plantea que dicho efecto podría consistir en reducir los factores de riesgo cardiovascular, mientras que la otra considera que la liberación de acetilcolina en el hipocampo del cerebro podría estimular la memoria y mejorar los procesos de aprendizaje.

En cualquier caso, concluyen los autores, en estos momentos no existen evidencias para aconsejar el consumo de alcohol. A este respecto cabe solamente decir que, ante una persona mayor que no presenta daños por el alcohol, no existen razones médicas para desaconsejar un consumo moderado -lo que por otra parte parece evidente- pero tampoco para recomendar que se comience a consumir o que se aumente el consumo.

Los efectos psicodislépticos del alcohol son más acusados en personas mayores o que padecen pérdida cognitiva. Los efectos sedantes, la confusión o la pérdida de memoria inmediata que produce el alcohol en un sujeto sano pueden convertirse en trastornos de comportamiento en una persona mayor o con síntomas de demencia. Aunque la búsqueda de estos efectos puede, en algunos casos, ser voluntaria, los autores se preguntan si, en los casos en los que es el entorno el que proporciona las bebidas alcohólicas -ya sea la familia o el profesional-, ¿no existirá también un deseo de sedar al enfermo? En cualquier caso, suponer que el consumo resulta beneficioso para la persona mayor sin tener en cuenta los riesgos resulta, cuando menos, irresponsable. Por otra parte, los problemas de alcohol no desaparecen con la edad, y es posible que la dependencia al alcohol coexista con una demencia no alcohólica.

En efecto, parece que los problemas de alcohol no son infrecuentes (10%) entre los pacientes psicogeriátricos. Esto plantea la necesidad de desarrollar tratamientos para el alcoholismo en el contexto de la atención psicogeriátrica. Para los autores, la "incurabilidad" de la demencia no justifica una actitud sistemáticamente paliativa frente a los problemas de alcohol. El tratamiento es posible, en el caso de las demencias ligeras y moderadas especialmente, aunque debe adaptarse a las capacidades y el ritmo de los pacientes y sobre todo no puede limitarse a una prohibición, ya sea familiar o institucional.

FUENTE: CDD-Observatorio Vasco de Drogodependencias
Instituto para el Estudio de las Adicciones/Actualidad/Noticias
http://www.lasdrogas.info/index.php?op=InfoNoticia&idNoticia=25253