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Última actualización [12/09/2004]



Aquellos Vinos Dulces del Zar



Masandra: sobrevivir al comunismo

Olga Nedbaeva


En las bodegas de Masandra, en Crimea, fundadas por el último Zar Nicolás II, están cuidadosamente colocadas un millón de botellas, cubiertas por un polvo secular, que han atravesado los tiempos, sobreviviendo tanto a las guerras como a las campañas de prohibición de la época soviética. "Mi abuelo creó varios caldos. Mi ambición es conservar las tradiciones", explica el viticultor Iuri Egorov, de 74 años, nieto de Aleksandr Egorov, que fue contratado por la finca vitícola creada en 1894 por un decreto de Nicolás II.

En aquella época, el príncipe Lev Golitsin, encargado de la gestión de Masandra, invitó a los mejores especialistas extranjeros para desarrollar la viticultura nacional e inculcar a los rusos el gusto por el buen vino. Apostó primero por los vinos secos, pero pronto se dio cuenta de que las cepas de la costa meridional de la península de Crimea, a orillas del mar Negro (hoy Ucrania), producen sobre todo vinos fuertes y azucarados, los vinos que harían la gloria de Masandra.

El tinto Aluchta, con buen buqué y matices variados, es famoso por ser especialmente apreciado por el presidente ruso Vladimir Putin. Pero también está el ''oporto'' blanco Suroj, afrutado, o el moscatel de la Piedra Roja, con perfumes de flores y de hierbas de las praderas y que deja en el paladar un sabor a cáscara de naranja y a rosas. Masandra vende hoy 48 clases de vinos en Rusia, en Francia, en Estados Unidos y en Canadá, asi como en Iberoamérica.

"En las grandes recepciones, ofrecemos a los invitados marcas de vinos de su año de nacimiento", explica Egorov, que trabaja en las bodegas desde 1956. Recuerda, por ejemplo, la visita de Yuri Gagarin, el primer cosmonauta ruso y el primer hombre que viajó al espacio. O la del astronauta americano Neil Armstrong. O la de los dirigentes de la URSS y del presidente Putin.

Fueron precisamente los altos dignatarios soviéticos, a menudo aficionados a los grandes vinos en un país que bebe tradicionalmente vodka, los que salvaron Masandra en varias ocasiones.

"Durante la Segunda Guerra mundial, toda la producción fue evacuada al Cáucaso y a Asia central, aunque se abandonaba a los heridos. La vida humana era menos preciada que estas obras de arte de la enología", cuenta Valeri Zenkin, responsable de la bodega.

Hoy, Masandra figura en el libro Guinness de los récords por su bodega. Y no sólo contiene sus vinos: un jerez de 1775, regalado entonces a los príncipes rusos, fue vendido en una subasta de Sotheby''s, en 2001, por 50.000 dólares.

En los años 80, el líder soviético Mijail Gorbachov lanzó una campaña de lucha contra el alcoholismo, que se tradujo en la destrucción de 300.000 hectáreas de viñedos en toda la Unión Soviética. Los viticultores de Masandra, como otros muchos, se vieron obligados a reconvertirse y producir zumos de frutas, pero siguieron cultivando sus mejores vinos y salvaron las cepas más preciadas.

"Nuestros vinos, muy apreciados en el extranjero, son una atracción para el turismo en Crimea. Las autoridades no podían olvidar algo así", subraya otro responsable, Serguei Mlinarski, mientras se pasea entre las barricas en las que madura el ''oporto''.

La catástrofe nuclear de Chernobil en 1986 también ayudó en la lucha contra los partidarios encarnizados de la prohibición, porque los médicos recomendaban a la población irradiada que bebiese vino tinto.

Pero Masandra parece estar amenazada de nuevo. Los viticultores acusan al Gobierno de ceder ante la ''mafia del vodka'', decretando una subida de las tasas sobre los vinos regionales (que se venden en Ucrania a partir de tres dólares la botella), mientras que la ley no permite luchar eficazmente contra los vinos adulterados.



La enoterapia, cada vez más popular

''Madeira'' con miel para luchar contra las enfermedades vasculares, cabernet al romero para los problemas sexuales. La enoterapia atrae a turistas a Crimea, la región vitivinícola más famosa de Ucrania, a orillas del mar Negro.

"Nuestras recetas a base de vinos regionales y de hierbas de Crimea son exclusivas. Nos hemos inspirado en la literatura médica y científica. Y en las novelas", explica el doctor Aleksandr Cheludko, encargado de la enoterapia en un hotel de lujo de Aluchta.

El ritual es siempre seductor. En el bar que huele a hierbas, una bella enfermera vierte en un vaso una de las nueve infusiones prescritas por el médico, invitando al "enfermo" a oler el aroma de la medicina.

La infusión que lucha contra las enfermedades cardiovasculares contiene vodka y ''madeira'' con miel y almendras. Los que sufren de ''fatiga crónica'' se curan con un cabernet al romero y a la salvia, tres veces al día.

La poción más popular es la ''infusión número 5'': una mezcla de cabernet con tomillo, salvia y miel, en proporciones que se guardan en secreto. Ayuda a los hombres que necesitan un mayor dinamismo sexual, según confía el doctor Cheludko.

Cada cura dura por lo menos diez días y cada dosis cuesta un poco menos de un dólar. "Turistas polacos, alemanes y franceses vienen aquí, pero más para degustar nuestros vinos que para curarse", explica el doctor.

De todas formas, los viticultores de la zona apoyan esta terapia de moda. "Un buen vino contiene todos los buenos elementos químicos", asegura Igor Egorov,, que a sus 74 años está en plena forma. Quizá porque bebió vino "desde que su madre le amamantaba". Toma un vaso de vino todas las tardes al ponerse el sol y anda todos los días seis kilómetros por las montañas ucranianas.
Fecha de publicación: 28.07.2004

FUENTE: El Mundo Vino/Reportajes/Cultura del Vino.
http://elmundovino.elmundo.es/elmundovino/noticia.html?vi_seccion=2&vs_fecha=200407&vs_noticia=1091040571