Saber del mundo

Última actualización [28/06/2004]



Chile, anatomía de un paraíso




HAROLD HECKLE


Viñedos de Balduzzi, en el Valle de Maule.
Durante una visita a Perpignan, en el sur de Francia, para ver los avances siempre fascinantes de la zona, finalmente vi la realidad: Chile tiene algo muy especial. Los dueños de una gran bodega de la región contemplaban, arrobados, fotos de su reciente adquisición en el Valle Central de Chile. Y cuando se ve a productores franceses de famosas zonas vitivinícolas que hacen planes para comprar viñedos y construir bodegas en Chile, el mensaje está claro.

Hay que recordar que el éxodo hacia Chile ha atraído a franceses de cierto renombre, y no sólo de zonas productoras menos punteras (por ahora) como es Rosellón: Château Lafite-Rothschild, Paul Pontallier (Château Margaux), Bruno Prats (ex propietario de Château Cos d''Estournel), Château Mouton-Rothschild, la familia Marnier Lapostolle y los hermanos Lurton. Todos se han sumado a la lista de franceses interesados en hacer vino chileno.


Los vinos chilenos ya tenían cierta fama en los años 60 y 70, como demuestra la lista de vinos de la respetada casa inglesa, John Harvey & Sons, de Bristol. Un tal Valparaíso Tinto se ofreció al público de 1961 a 1965 por la asombrosa suma de 7/- (siete chelines, unas 140 pesetas) la botella. Luego, en el otoño de 1974 apareció esta referencia en su lista:


''El vino se ha elaborado en Chile desde hace cuatro siglos, y hoy tiene la fama de ser el mejor de América del Sur. Casi todos los vinos son de origen europeo pero, al contrario de sus equivalentes europeos, nacen de viñas sin necesidad de injertos porque el parásito de la filoxera nunca llegó a Chile. El vino en la lista es un buen ''ordinaire'' hecho con la uva cabernet, la gran uva tinta de Burdeos. Cabernet chileno. Por botella £0.87 inc. IVA''.


Pero sólo cuando llegó a Chile un español, Miguel Torres, a finales de los 70, empezó la frase ''paraíso del vino'' a tener vigencia. Ya se habían visto paraísos. Cuando los griegos llegaron con sus vides a Italia tal fue su entusiasmo por los resultados obtenidos que la llamaron ?Enotria?, la tierra del vino. La cosa es que desde la llegada de la filoxera a Europa nadie en este viejo continente ha logrado ver lo que tanto placer le dio a los griegos, un panorama de hermosos viñedos de Vitis vinífera creciendo, como Dios manda, sobre sus propias raíces.


Con el desierto de Atacama (seguramente el más seco del mundo) al norte, el océano más grande (el Pacífico) al oeste, con el Estrecho de Magallanes, el Estrecho de Drake, el mar de Bellingshausen y la Antártida al sur y una muralla de piedra de seis kilómetros de altura (los Andes) al este, Chile tiene todas las defensas necesarias contra la plaga. Poder cultivar viñas en su estado natural, cosa que las permite alcanzar edades mucho más avanzadas que sobre portainjertos, no es la única ventaja vitícola que tiene Chile.


El proceso telúrico que creó los Andes (y sigue haciéndolo) se debe a la inexorable colisión de dos gigantescas placas tectónicas. Al chocar la placa continental americana contra la placa pacífica, con un impacto inimaginable, surgen los Andes. Tal es la violencia del proceso que unas murallas de piedra fueron proyectadas hacia los cielos hasta una altura de casi 7.000 metros (Aconcagua: 6.959 metros, Tupungato: 6.550 m). Lo que es más: la energía creada ha hecho surgir no una, sino muchas olas de choque. De éstas, son dos, las Cordilleras de los Andes, las que dominan el paisaje andino. Antes de sumergirse bajo el océano, la masa continental describe un reducido pliegue preandino, un cordón montañoso casi a las orillas del mar. De esta forma se creó una planicie protegida al este por la singular altura de los Andes y al oeste por un obstáculo geológico algo menor.


Un continente del tamaño de América del Sur puede llegar a fomentar temperaturas bastante altas, pero los Andes las evitan. Al mismo tiempo, la corriente de Humboldt que surge en la Antártida y sube por la costa chilena y peruana es sumamente fría y trae humedad. El cordón de la costa protegería a la planicie, o valle central, de los efectos marítimos si no fuera por los ríos. Estos, que proveen drenaje a los Andes occidentales desembocan, por necesidad, en el Pacífico. Sus valles perforan la protección marítima del valle central de Chile. Al subir las temperaturas diurnas entran vientos marítimos, bajando la temperatura del valle.


Hay que tomar en cuenta que gran parte del valle central, entre Andes y cordón costero, sería semiárido si no fuera por esta influencia. En cuanto a la Vitis vinífera, las condiciones son casi perfectas. La falta de precipitaciones significa una muy baja incidencia de infecciones por hongos. Los vientos fríos permiten una ventilación sana y el mantenimiento de temperaturas casi ideales para el desarrollo de aromas varietales, cosa que el mercado de hoy busca. El agua de los ríos brinda una fuente de irrigación limpia y pura.


Claro está que cada valle que baja de los Andes genera un ambiente único a su entorno. Dentro de estos mesoclimas surgen muchas posibilidades vitícolas que los amantes del vino están aprendiendo a utilizar. El potencial es verdaderamente notable, tanto como para atraer a los mejores productores del mundo, incluidos grandes maestros franceses. Aunque podemos decir que los resultados aún están en proceso de formación, lo que se ve claramente es que Chile puede, sin temor ni vergüenza, heredar la descripción paradisíaca que Europa perdió con la llegada de la filoxera.


Seguiremos informando sobre este gran país productor castellanohablante, y veremos hasta dónde ha cumplido con sus promesas y el camino que le queda por recorrer...

Fuente: http://elmundovino.elmundo.es/elmundovino/noticia.html?vi_seccion=6&vs_fecha=200006&vs_noticia=960506944