Saber del mundo

Última actualización [12/04/2004]



El placer del vino



El vino tuvo y tiene un papel muy importante en la historia de la humanidad. Siempre es un placer tomar una copa de buen vino. Al tomar vino, licor u otra bebida alcoholizada, ingerimos también todo el sabor de una tierra amorosa, que ha sido cultivada con toda la atención y cuidados especiales posibles, por manos sabias y cariñosas.

Con su cuerpo, el vino nos entrega la gentileza del clima, del sol y del agua, elementos que hicieron madurar los frutos. Y la sabiduría acumulada de cientos de años de los vinicultores, fabricantes y productores de este líquido que además tiene la capacidad de proporcionarnos una sensación de placer y bienestar.

El calor y aroma que nos ofrece el vino es signo de su gentileza, al compartir la calidez obtenida de la tierra y del sol con los hombres, los seres humanos quienes lo hemos utilizado desde tiempos inmemoriales en ceremonias religiosas, de celebración y hasta para enfrentar la muerte o desaparición de un ser amado. Para "darnos ánimo" o para "calentar el cuerpo" en una noche de invierno o simplemente por puro placer.

En la Grecia antigua, durante las fiestas dedicadas a Dionisios, se realizaban representaciones teatrales y brotaba generosa la alegría o la tristeza, dependiendo del género teatral en cuestión. Las fiestas duraban días y se comía y bebía en abundancia. El vino, por supuesto, tenía un papel preponderante, pues había del mejor durante todo el tiempo que duraba la celebración.

La biblia, el libro sagrado de los católicos, nos entrega numerosas referencias al vino; una de las más conocidas es el capítulo de las bodas de Cannán, en donde Jesucristo convierte agua en vino. Así, el mismo hijo del Dios nos demuestra que una boda sin buen vino no es una real celebración. Aunque aquí tenemos que aumentarle la simbología religiosa, por supuesto.

En pueblos de Latinoamérica también se celebran bodas y nacimientos, acuerdos y velorios bajo el amparo de un buen trago de aguardiente, tequila, mezcal o el vino de la región. En Toluca se bebe un vino hecho a base de naranja llamado moscos. Y los ejemplos son innumerables; el mezcal en Oaxaca, el Tequila en toda la república, el pulque ya en muy pocos lugares y de consumo casero.

En Francia es igual, cada región cuenta con su vino, con su especialidad, con sus eau-de-vie o aguardientes; champañas, cognacs o licores de pino, de pera, de frambuesa, de cassis o pastis de marseille, en fin, toda una gama sorprendente de productos que son muy apreciados.

El alcohol ha sido y sigue siendo en muchos pueblos ancestrales, una conexión con los espíritus, la puerta, el enlace con otras dimensiones. Pero también, como en todo el exceso y mal uso de estos productos nos puede llevar a un estado deplorable tanto físico como mental.

Una cosa es la degustación con todos los sentidos de un buen vino, la conciencia de que para beber este líquido hay todo un proceso y tratar de entenderlo y sobre todo valorarlo. Y otra cosa es tomar el vino por la sensación de embriaguez que puede provocarnos y nada más, olvidando totalmente su verdadero significado. El exceso sin dudas nos lleva a la pérdida del buen gusto. Claro que para los dictados morales están las iglesias, no por nada existe el pecado de la gula.

Creemos que el placer que puede proporcionarnos un buen vino debe valorarse con detenimiento, para poder alcanzar el disfrute total de sus cualidades. El vino es toda una paradoja pues en exceso puede ser causa de enfermedades y males. Pero también se recomienda tomar cierta cantidad diariamente para mantener el organismo en óptimas condiciones, a esto también se le conoce como french paradox.

Al parecer sólo hay una pequeña línea transparente que separa al bebedor sin conciencia del buen gourmet, quien goza verdadera e intensamente el placer de una copa de buen vino, sin dejar de pensar en todo lo ello representa. Alors... ¡Santé!


http://www.webfrancia.com/es/rubricas/gourmet-empresarial/vino-licores/