Cada uno de los diferentes tipos de botellas de vino tiene su historia particular, así como su color específico y obviamente su nombre. Algunos de los nombres se refieren al lugar de origen, por ejemplo en España la de jerezana, en Portugal la de Oporto y en Francia la de Provenza.

Algunas las eligen por pura estética, otras porque son las tradicionales para determinado tipo de vino, en determinados casos la forma es importante para el buen desarrollo del contenido y otras veces se eligen en función al mercado al que están destinados.

Las botellas más clásicas tienen determinas formas, colores y altura. La más conocida es la Bordelesa de forma cilíndrica, alta y fondo cóncavo. Su nombre proviene de Burdeos y los colores en las que se realizan son variados (verde, marrón, transparente).

En Borgoña, Francia está la Borgoñona o Borgoñesa que es más ancha y con hombros menos pronunciados.

La botella Champagnes, también francesa, se utiliza para los vinos espumosos, es muy ancha, de color verde oscuro, de fondo cóncavo y con un espesor de vidrio mayor para poder resistir la presión.

La botella tipo Rhin que se utiliza para vinos blancos y rosados es de origen alsaciano-germano, se caracteriza por ser alta, delgada y sin hombros.

La Jerezana es española, típica de los vinos andaluces, es de cuello un poco más pronunciado que la bordelesa, de color oscuro y particular gollete.

Con respecto a los tamaños las más comunes son las Mágnum, con capacidad para 1,5 litros. Son las más recomendables para guardar los vinos porque su evolución en estas botellas es mucho más lenta.

Las de 0.5 litros se utilizan para vinos dulces y actualmente las bodegas están utilizando estas botellas para que los restaurantes las puedan ofrecer a aquellos clientes que sólo quieren tomar un par de copas.