Saber del mundo

Última actualización [13/05/2007]



Varias Denominaciones los Imponen

Rycardo de Paz

Oxígeno para los corchos


ESPAÑA
La Denominación de Origen Rueda, la del Cava y las 11 denominaciones catalanas -Alella, Cataluña, Conca de Barberà, Costers del Segre, Empordà-Costa Brava, Montsant, Penedès, Priorat, Pla de Bages, Tarragona y Terra Alta- incluyen en sus nuevos reglamentos el cierre de las botellas con tapones de corcho natural o aglomerado de corcho. Las nuevas normativas de estas denominaciones de origen, adaptadas a la actual ley del sector del vino, contienen en el apartado de embotellado una mención clara y explícita al uso de tapones de corcho para cerrar las botellas.

Asimismo, la Indicación Geográfica Protegida de los Vinos de la Tierra de Castellón, y a escala internacional, la Denominación de Origen Controlada Asti de Italia y la normativa del Consejo de Europa 1493/1999, por la que se establece la organización común del mercado vitivinícola, recogen medidas similares en sus reglamentos. Esta inclusión constituye una plasmación "de facto" de una realidad y un importante balón de oxígeno para sector del corcho.

A nadie se le escapa la controversia establecida en la década de los 90 con la irrupción en el mercado de los tapones sintéticos, y la consiguiente repercusión económica tanto en el sector del vino como en el del corcho. Esta aparición, que revolucionó el mercado y dividió las posturas de todos los protagonistas, surgió como respuesta a los problemas de abastecimiento, al "elevado" coste de los tapones naturales y sobre todo a los riesgos de contaminación de los vinos.

¿Realmente es tan inportante el elemento de cierre de las botellas? Es evidente que sí. Sirva como referencia que una botella de vino que sale de bodega con un coste apróximado de 10 euros, suele llevar un tapón de corcho natural de entre 1 y 1,20 euros; lo que representa el 10% del precio de coste de una botella.

Parece indiscutible que el tapón de corcho es el cierre más idóneo para el vino por sus condiciones de estanqueidad, elasticidad e impermeabilidad. Pero el corcho es un producto natural, por lo tanto, necesita un largo proceso para su obtención. Primero hay que plantar los alcornoques (Quercus suber) en una tierra adecuada, con un clima muy especial y esperar aproximadamente 40 años para hacer la primera retirada de la corteza, llamada esbornizo o Corcho de Belén (que no sirve para tapones). El ciclo vegetativo del árbol obliga a esperar otros 10 años más para extraer la primera corteza útil para elaborar corchos. De esa manera, cada 10 años aproximadamente, se vuelve a efectuar la misma operación.

La producción mundial del corcho se concentra en los bosques del Mediterráneo occidental. Tan sólo siete países: Portugal (33% de la producción), España (23%), Argelia (21%), Italia (10%), Marruecos (9%), Túnez (3%) y Francia (1%) concentran el 99% toda la producción del planeta, de la que el 80% se destina a la fabricación de tapones. Cada año son más de 15.000 millones los tapones fabricados para el mercado internacional del vino.

En la última década la producción de corcho se ha visto presionada por el enorme aumento del consumo de vinos embotellados con corcho natural. Esto ha provocado la aceleración y reducción del ciclo natural del árbol, la utilización de partes de la corteza no aptas para la elaboración de tapones y, en definitiva, la introducción en el mercado de tapones de inferior calidad, multiplicando la aparición, entre otros problemas, del TCA, ese desagradable olor mohoso que no tiene consecuencias para la salud, pero sí en la percepción sensorial del vino.

El uso de tapones sintéticos y de roscar sigue aumentando. En la actualidad se estima que representa un 8% de la producción anual de tapones. En principio, y una vez superados problemas iniciales como la excesiva fuerza de extracción, parecen óptimos para el consumo del vino, aunque todavía hay que ver cuál será su comportamiento en los largos periodos de envejecimiento.

Si la tendencia del mercado continúa, la cifra de utilización de tapones sintéticos podría llegar a más del 30% en años venideros, poniendo en serio peligro la industria corchera de los países productores, el medio de subsistencia de agricultores y recolectores; con el consiguiente deterioro ecológico de las zonas productoras. De ahí, la importancia de esta medida de apoyo por parte de los consejos reguladores de producción del vino, que supone una apuesta por este tipo de cierre que lleva desde el siglo XVII en el mercado, dando buenos resultados y adaptándose a los nuevos retos técnicos.
Fecha de publicación: 12.12.2005

FUENTE: El Mundo Vino/Reportajes/Enología
http://elmundovino.elmundo.es