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Última actualización [13/05/2007]



Se desploma el consumo

Luke Harding

Alemania olvida la cerveza


ESPAÑA Sentado en una de las cervecerías más antiguas de Múnich, y rodeado de cornamentas y escudos heráldicos, Emil Schneider explica por qué toman cerveza los alemanes. "Para nosotros es como la comida", dijo mientras disfrutaba de una espumosa y ambarina Weizenbier (cerveza de trigo), la variedad más famosa de Baviera, servida en un vaso alto. "Tomé mi primera cerveza cuando tenía diez años, durante la II Guerra Mundial", añade. Desde que unos monjes emprendedores fundaron la primera fábrica cervecera del mundo, allá por el siglo XI, se ha asociado a Alemania en general y a Múnich en particular con la cerveza. Pero a pesar de los esfuerzos de Schneider, que hoy pasaba por el Augustiner --un local muniqués del siglo XIX-- para tomar una cerveza rápida a la hora de comer, la industria está en crisis.

Durante el último decenio, el consumo de cerveza en Alemania ha descendido drásticamente. En 1990, cada alemán bebía una media de 147 litros de cerveza al año; en la actualidad es de sólo 117. Y el mes pasado llegó otra mala noticia cuando el grupo Oetker, uno de los principales productores alemanes de cerveza, anunció el cierre de la fábrica de cerveza Berliner Kindl de Berlín (de 133 años de antigüedad), así como el de la fábrica Brinkhoff, de la occidental localidad de Dortmund.

Las 1.270 cervecerías alemanas que sobreviven se enfrentan ahora a una incómoda verdad: que los alemanes ya no beben suficiente cerveza. Incluso existe un término para describir la gradual y aparentemente segura desaparición de la industria: ''Brauereisterben'', que significa ''muerte de las fábricas de cerveza''.

"Hay un problema: la gente no quiere que la vean tomando la cerveza del abuelo. No es elegante; no está de moda", reconoce Peter Hahn, director general de la Asociación de Cerveceros Alemanes. "Tendremos que volver a convencer a los alemanes, sobre todo a los más jóvenes, de que la cerveza vuelve a ser moderna".

Existen varios factores añadidos que han contribuido al descenso del consumo de cerveza. La población alemana está envejeciendo, y los jóvenes no sustituyen a los viejos bebedores. Por otra parte, la economía está en crisis, las nuevas generaciones han adoptado un estilo de vida más preocupado por la salud, y la industria se las ve y se las desea para competir contra el éxito de los alcopops (refrescos que contienen alcohol), a pesar de un impuesto introducido por el Gobierno en agosto del año pasado para desanimar a los adolescentes de consumirlos.

Sin embargo, Schneider, de 69 años, tiene otra explicación. "En mi juventud, todo el mundo trabajaba en el campo y no importaba cuánta cerveza bebiera", comentó mientras las camareras, ataviadas con las floridas faldas bávaras, servían humeantes platos de salchichas de hígado y chucrut a los clientes, de edad mayoritariamente avanzada, del local.

Hasta el momento, la crisis de la cerveza ha afectado muy poco a la conocida Oktoberfest de Múnich, la orgía masiva de bebidas al aire libre que se celebra todos los años. Pero la mayoría de las personas que asisten al mayor festival de cerveza del mundo, y que el año pasado consumieron alrededor de seis millones de litros, son turistas.

Las fábricas de cerveza de la ciudad, entre las que se encuentran marcas tan conocidas como Löwenbräu, están haciendo un esfuerzo por encontrar formas de conseguir más clientes alemanes. Algunas cervecerías bávaras han experimentado con la ''ecocerveza'', fabricada íntegramente con ingredientes naturales; otras centran sus energías en la expansión de las Feinmild, marcas menos amargas destinadas a las mujeres. Pero sobre todo, las cervecerías alemanas están intentando extender el mensaje de que el consumo de cerveza no implica necesariamente acabar con una barriga enorme y pasada de moda. Incluso indican que puede ser bueno para la salud.

"Intentamos presionar contra el prejuicio de que la cerveza no es saludable; hay muchos estudios que demuestran que la cerveza puede prevenir los infartos y reducir el colesterol", declaró Walter König, portavoz de la asociación de cerveceros bávaros. Los folletos de la mencionada asociación muestran a seductoras y esbeltas parejas de jóvenes que sostienen grandes jarras de cerveza y llevan, lo que resulta bastante más improbable, patines.

No obstante, y a pesar del declive, el panorama no indica que Alemania, que alberga a más de las tres cuartas partes de las fábricas europeas, vaya a abandonar totalmente la cerveza.

Los alemanes siguen siendo intensamente conservadores en lo relativo a lo que beben. Están orgullosos de su Reinheitsgebot o ley de pureza de la cerveza, un edicto implantado en 1516 por el rey bávaro Guillermo IV, que sigue en vigor en la actualidad y especifica que la cerveza sólo puede llevar agua, malta y lúpulo; nada más. Las cervezas extranjeras, que no siempre se ajustan a la norma, sólo ocupan un 3% del mercado alemán.

En lugar de intentar persuadir a los alemanes para que cambien de costumbres, los consorcios internacionales han empezado a adquirir las cervecerías alemanas. Más de dos docenas de empresas cambiaron de mano el año pasado.

El Gobierno socialdemócrata alemán es un ferviente partidario de la industria de la cerveza. Del canciller Gerhard Schröder se conoce su costumbre de disfrutar de una Pils o dos, mientras que el ministro de Trabajo e Industria, Wolfgang Clement, es el ''embajador de la cerveza'' oficial de Alemania.

En cualquier caso, una cosa está clara: sean cuales sean sus preferencias, los votantes alemanes prefieren a los políticos a los que aparentemente les gusta tomarse una la cerveza.
Luke Harding
The Guardian/El Mundo
10.03.2005

FUENTE: El Mundo Vino/Reportajes/Consumo
http://elmundovino.elmundo.es/elmundovino/noticia.html?vi_seccion=1&vs_fecha=200503&vs_noticia=1110493063