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Última actualización [19/10/2008]



La diversión nocturna, una trampa para los jóvenes al volante

Sol Amaya

ARGENTINA

Padres e hijos debaten sobre los riesgos

"Tener un hijo adolescente hoy, más que nunca, significa no pegar un ojo en toda la noche. Cada vez que veo en las noticias que murió otro chico en un accidente pienso con terror que ése podría haber sido alguno de mis hijos", cuenta Carolina Ketelhohn, madre de un joven de 18 años y de otros cuatro hijos que ya pasaron la adolescencia.

 

Esa preocupación latente de madres y padres y los riesgos que conllevan hoy las formas de diversión nocturna de los jóvenes quedaron expuestos ante la trágica muerte que tuvieron en la madrugada del domingo pasado, en la ruta Panamericana, los tres chicos de 17 años que concurrían al colegio Cardenal Newman, de San Isidro.

 

"Ser el que lleva a todos en el auto suma puntos entre el grupo social de los adolescentes", explica el psicólogo especialista Arturo Clariá. "Además, los adolescentes tienen una sensación de omnipotencia que les hace creer que nunca les va a pasar nada", agrega.

 

Los hábitos de diversión y el abuso de alcohol, la velocidad y los adolescentes al volante son la combinación que más preocupa hoy a padres y docentes. Sobre todo teniendo en cuenta que el 53% de los consumidores de alcohol en la Argentina son jóvenes menores de 24 años.

 

"No pasa nada, tengo mejores reflejos cuando manejo habiendo tomado alcohol", se jacta Matías, un joven que estrenó su licencia de conducir hace unos meses. Sin embargo, las estadísticas demuestran que sí pasa algo, y muy grave: el 54% de los muertos en accidentes de tránsito son jóvenes de entre 14 y 35 años; en el 50% de los accidentes el consumo excesivo de alcohol es el factor determinante, y el 25% del total de accidentes de tránsito del país se produce entre la 0 y las 6 del domingo.

 

La presión social

Según el psicólogo Clariá, que se especializa en adolescencia, la sensación de omnipotencia que viven los jóvenes y la presión social de tener que mostrarse fuertes, sumado al sentido negativo que la sociedad le atribuye a los límites, es lo que lleva a los adolescentes a no ser conscientes del peligro que representa mezclar la velocidad, el alcohol y el manejo.

 

"El límite se percibe como algo malo y el razonamiento de los adolescentes es que, si viven limitados durante la semana, el fin de semana es para romper con todos los límites", explica.

 

Según contaron a LA NACION Josefina y María, dos jóvenes que manejan desde los 17 años, esa liberación de los fines de semana comienza con el "preboliche", en donde los adolescentes hacen juegos cuya prenda es tomar más alcohol. El "prebo", como le dicen, suele durar hasta las 4 de la mañana, luego de lo cual salen a bailar.

 

"Los horarios se extienden cada vez más, y eso es una de las causas de tanto descontrol", opina Mónica, madre de una joven de 17 años.

 

Pero las chicas suelen ser más responsables. "Entre las mujeres siempre hay una que no toma y es la que maneja, o no salimos en auto", cuenta Josefina, que aclara que la mayoría de sus amigos varones toma y conduce.

 

Y cada vez comienzan a consumir alcohol desde más jóvenes. "Hoy los chicos empiezan a tomar entre los 11 y los 13 años", dice Susana Calero, jefa del servicio de Adicciones del Hospital Alvarez.

 

"Los chicos creen que no les va a pasar nada, y juegan con la vida a tal punto de insistir con las picadas, que tantas vidas se han llevado", opina Vivian Perrone, de la Asociación Madres del Dolor. En 2007, entre el 44 y el 50% de las víctimas de entre 17 y 20 años fue consecuencia de accidentes vinculados con la velocidad.

 

"Cuando tenía 16, me subía al auto de cualquier amigo y ni me daba cuenta si el que manejaba había tomado alcohol o no", cuenta Phileas, un joven de 18 años, que aclara que con el tiempo fue comprendiendo el peligro que significa, y no toma cuando tiene que manejar.

 

"Un chico de 16 ó 17 años no tiene la culpa de vivir como si nada les fuera a pasar -opina Cecilia Chabod, madre de adolescentes y profesora de secundario-. Para eso estamos los adultos: para acompañarlos en el proceso de asumir responsabilidades."

 

Todos reconocen que el riesgo no es el adolescente, sino que los adolescentes están en riesgo. "Un chico que termina todos los fines de semana vomitando en un rincón es una señal de que algo anda mal en nuestra sociedad", explica Clariá. Y agrega: "Es deber de todos enseñarles a los jóvenes a «conducir» su vida".

Responsabilidad de todos

 

Un punto que tanto padres como especialistas de distintos sectores destacan como fundamental es la educación como modo de canalizar la responsabilidad a la hora de manejar. "La escuela no debería ser sólo un centro de instrucción, sino de formación en valores", dice la vicedirectora del secundario del Saint Charles College, Marta Aimino. "En la educación vial que nosotros incorporamos a la currícula se insiste en generar en los jóvenes el valor supremo: el respeto por la vida propia y la de los demás", agrega.

 

Por su parte, el diputado nacional Marcelo Amenta destacó la necesidad de incorporar la educación vial a la currícula escolar. "Más que discutir si los chicos de 17 años deberían o no manejar, habría que educarlos en la responsabilidad y la conciencia del manejo", indica Amenta, que tiene pensado presentar en la Cámara de Diputados un pedido de informes sobre "las razones por las cuales no se establecen programas de capacitación vial como materia oficial en el secundario".

 

El dilema que se les presenta a los adultos es si permitir o no que sus hijos manejen desde tan jóvenes. Es que, tanto en la Capital como en la provincia de Buenos Aires, los adolescentes pueden obtener una licencia de conducir a partir de los 17 años. Hasta la mayoría de edad, dicha licencia sólo puede obtenerse con un permiso del padre o la madre.

 

En la Capital hay al menos 21.821 menores de 21 años con licencia vigente. En Merlo, La Matanza, Ituzaingó, Moreno y Quilmes, los cinco distritos que ya emiten la licencia única expedida por el Registro Unico de Infractores de Tránsito, se otorgaron al menos 4300 licencias a chicos de entre 17 y 21 años entre marzo y septiembre.

 

"No hay que estigmatizar a los chicos: esto es un problema de toda la sociedad en donde ellos son las víctimas -opina Claudio Scalese, padre de dos jóvenes de 18 y 20 años-. Si los adultos no damos el ejemplo y el Estado no controla, no podemos pretender que los jóvenes asuman una responsabilidad que no ven reflejada en la sociedad que los rodea."

 

FUENTE:
La Nación/Información General

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1052151