ARGENTINA

Los fines de semana, casi la mitad de los conductores porteños manejan luego de haber bebido y comido, lo que aumenta las probabilidades de que tengan un accidente de tránsito.

Contra la creencia generalizada, no son los jóvenes los que más cometen esta imprudencia: el bebedor y conductor promedio tiene 45 años y la mayor frecuencia de conductores alcoholizados se da en la franja de entre 50 y 59 años.

Las cifras, producto de una encuesta realizada por la asociación civil Luchemos por la Vida entre casi 500 personas que tramitaban su registro de conducir en la ciudad de Buenos Aires, refleja un problema que se agrava cuando se acercan las fiestas de fin de año, en las que se suele brindar, a veces en demasía, y luego hay que regresar manejando al hogar.

A los números sobre la frecuencia con que los conductores manejan alcoholizados se suma el desconocimiento que tienen los automovilistas de los efectos del alcohol en la conducción y de los límites legales autorizados, y de la creencia errónea de que un vaso de bebida alcohólica no afecta el manejo.

Según Alberto Silveira, presidente de Luchemos por la Vida, "el alcohol al volante es una de las más importantes causas de accidentes de tránsito con muertos o heridos graves".

Los números revelaron que el 67% de los encuestados consume habitualmente bebidas alcohólicas, y muchos de ellos conducen después de haber bebido. Los fines de semana, un 69% de los que beben conducen después de haber comido y tomado alcohol, de lo que se deduce que el 46% del total de los conductores conduce con alcohol en sangre durante el fin de semana.

Si se analizan las respuestas en función de la edad de los encuestados, los jóvenes de entre 18 y 29 años que conducen después de beber son sólo el 15%, y los que tienen entre 40 y 59 años representan el 47 por ciento. La edad promedio del conductor bebedor es de 45 años.

A esta imprudencia se suma el desconocimiento. El 47% de los encuestados no conoce el límite legal de alcohol en sangre tolerado en conductores particulares, que es de 0,5 gramos por litros de sangre, equivalente a una copa de vino o una lata de cerveza.

El 65% cree que un vaso de alcohol no afecta la capacidad de conducir y el 58% cree que el tiempo para que se pasen los efectos del alcohol es inferior al necesario. El 29% de los encuestados no conoce el límite legal de alcohol tolerado en sangre en conductores profesionales, que es cero.

"Esto es especialmente importante para los que en estas fiestas deciden evitar manejar y tomar un taxi o un remís para trasladarse. Los conductores de esos vehículos no deben beber nada antes de conducir para estar dentro de la ley", explicó Silveira.

El 22 por ciento de los encuestados piensa que hay que tomar tres o más vasos de vino para que la capacidad de conducir se vea afectada. "Esto es un error, porque por más que se beba para estar por debajo del mínimo legal, no quiere decir que no se vean afectados los reflejos y la atención. Los conductores sobrestiman su propia capacidad y hacen cosas que habitualmente no hacen, como cruzar rápidamente un semáforo en amarillo o creer que van a una velocidad menor que la real", explica Silveira.

Desconocimiento fatal

Un dato que preocupó aún más a los autores del estudio, en vísperas de semanas de reuniones de amigos y festejos, es que la mitad de los encuestados calcula comprar dos botellas o más de cerveza por persona si organiza una fiesta y el 32% prevé adquirir una para cada invitado.

El Centro de Experimentación y Seguridad Vial (Cesvi) realizó una investigación para mostrar los efectos reales del alcohol en la conducción. Determinó, sobre la base de experiencias con grupos de entre 7 y 9 personas, que aun con promedios de alcoholemia por debajo del límite permitido por la ley nacional de tránsito se producen alteraciones de consideración a la hora de conducir un vehículo.

Además, advirtió que los valores "recomendados" ejemplificados con cantidad

Autor: Hernán Cappiello

Fuente: De la Redacción de LA NACION